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Edición física «Las Traquinias»
DEYANIRA. —¿En qué tierra, patria o extranjera? Dímelo.
LICAS. —Hay un promontorio Eubeo donde está ofreciendo altares y ofrendas de frutos en honor de Zeus Ceneo.
DEYANIRA. —¿Para cumplir una promesa o por causa de algún oráculo?
LICAS. —Por votos hechos cuando quería obtener la tierra devastada por la lanza de estas mujeres que ves ante tus ojos.
DEYANIRA. —¡Por los dioses! ¿De dónde son y quiénes? Pues son dignas de lástima, si no me engañan sus desgracias.
LICAS. —Aquél, después de destruir la ciudad de Éurito, las escogió como botín selecto para él mismo y para los dioses.
DEYANIRA. —¿Y frente a esa ciudad ha estado un tiempo imprevisto durante días sin cuento?
LICAS. —No, sino que la mayor parte del tiempo estuvo retenido en Lidia, según cuenta él mismo, no como hombre libre, sino obtenido por compra. Y no debemos, mujer, añadir repulsa por la palabra a algo de lo que Zeus se muestra autor. Aquél, vendido a la bárbara Ónfale, pasó un año, como él dice, y de tal modo se ofendió al recibir este ultraje que, haciéndose a sí mismo un juramento, prometió que esclavizaría al causante de este sufrimiento, juntamente con su hijo y su mujer, y no frustró esta palabra, sino que, cuando estuvo purificado, reclutando a un ejército aliado, se dirigió contra la ciudad de Éurito. Pues decía que, entre los mortales, sólo éste era culpable de semejante oprobio contra él: cuando llegó a su casa en calidad de huésped —pues lo era de antiguo— estalló en provocaciones, muchas con razones, otras muchas con ánimo ofuscado, diciendo que, a pesar de tener flechas infalibles en sus manos, quedaría por debajo de sus hijos en la prueba del arco, y, además, voceaba que sería destruido por su calidad de esclavo de un hombre libre. Con ocasión de un banquete, cuando estaba embriagado, le arrojó fuera. Estando resentido por estas cosas, una vez que Ífito, a su vez, se dirigió a la acrópolis Tirintia siguiendo las huellas de unos caballos errantes, entonces, cuando tenía la vista en una parte y la mente en otra, le arrojó desde una de las explanadas de una torre. A causa de esta acción, se irritó el soberano Zeus Olímpico, padre de todos, y le echó fuera para ser vendido, no tolerando que hubiese matado a traición, aunque fuera a éste sólo. Si se hubiera vengado públicamente, Zeus hubiera consentido en que le sometiera con justicia, pues ni siquiera los dioses aman la insolencia. Aquellos que mostraron su arrogancia con palabras desmesuradas, todos son habitantes del Hades y su ciudad es esclava; y éstas que ves vienen hacia ti habiendo encontrado una vida nada deseable desde una situación dichosa. Pues tu esposo ordenó esto y yo, que soy fiel, lo ejecuto. En cuanto a él mismo, cuando lleve a cabo los sagrados sacrificios a Zeus paterno debidos por la conquista, piensa que vendrá. En efecto, esto, después de pronunciar un largo y feliz discurso, es lo más agradable de oír.
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Publicado el 20 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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