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Edición física «La Abadesa de Castro»
Tras decir esto, entró en la habitación de su hija.
—Estoy perdida —susurró Elena a su madre—. Las cartas están bajo la base del crucifijo, junto a la ventana.
De inmediato la madre saltó de la cama y corrió hacia su esposo: comenzó a protestar con los peores alegatos posibles, con la intención de provocarle un estallido de cólera: lo consiguió plenamente. El anciano se enfureció, destrozó por completo la estancia de su hija, pero la madre pudo llevarse las cartas sin que él se apercibiera. Una hora después, cuando el señor de Campireali regresó a su habitación al lado de la de su esposa y todo quedó tranquilo en la casa, la madre dijo a su hija:
—Aquí están tus cartas, no quiero leerlas, ya ves lo que han estado a punto de costarnos. Si yo estuviera en tu lugar, las quemaría. Adiós, dame un beso.
Elena volvió a su habitación prorrumpiendo en sollozos. Le parecía que, después de las palabras de su madre, ya no amaba a Julio. Después se dispuso a quemar las cartas pero, antes de destruirlas, no pudo evitar volver a leerlas. Las releyó con tanta atención que el sol ya estaba en lo alto del cielo cuando por fin se decidió a seguir aquel sabio consejo.
115 págs. / 3 horas, 22 minutos.
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Publicado el 30 de abril de 2018 por Edu Robsy.
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