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Este texto forma parte del libro «La Dama Joven».
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Sospechas que me habitúo á esta situación; te equivocas; me aburro resignadamente, hago de tripas corazón y de la necesidad virtud; duermo, como, paseo y trato de no echar de menos tu compañía, la familia, mis relaciones, el Ateneo y los teatros. No niego que me sucede un curioso fenómeno; deseaba mucho recibir el cajón de libros, y ahora que está aquí no me resuelvo á desclavarlo. La naturaleza me embebe, me absorbe la vida orgánica y me entrego dulcemente al placer de existir, de gozar sueños reparadores y digestiones insensibles, respirando un airete templado, que á veces trae olores resinosos del cercano pinar.
Otro síntoma: cuando llegué se me figuraba estar soñando, y que el único mundo real era Madrid; ahora me sucede lo contrario; penetrado de la realidad de cuanto me rodea, el Madrid lejano me parece una comarca fantástica: dudo confusamente de su existencia, y al recibir cartas me río de mis dudas. Cosas singulares observé también al despertar. El primer día que desperté aquí, me sobrecogió extraordinariamente la profunda calma, apenas rota por un rumor suave de brisa en la arboleda, por remotos quiquiriquís de gallo y por el argentino gotear del caño de la fuente. Contrastaba de tal modo esta paz con el ruido de los coches, que aún llenaba mis oídos, con el tableteo del tren y el carranqueo de la diligencia, que me puse á escuchar el silencio, gozando más que en el Real cuando la orquesta entona el solo de la Africana.
51 págs. / 1 hora, 29 minutos.
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Publicado el 15 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.
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