Con un tono jocoso, desenfadado pero certero y, en ocasiones, despiadado, Emilio Bobadilla, bajo su pseudónimo literario de Fray Candil, disecciona la literatura y los autores de su tiempo con precisión de cirujano. Demuestra su sensibilidad, su aguda percepción y su capacidad para ver más allá de lo aparente. Irreverente, sí, pero acertado.
¡Y qué triste es el otoño, cuando las hojas, amarillas y mustias,
caen, una tras otra, y no queda del árbol, un tiempo frondoso, más que
el esqueleto!
Hay cerebros que son verdaderas colmenas donde las células, esas
abejas sin alas, elaboran silenciosamente el panal de las ideas.
En cambio hay otros—y son los más—verdaderos caserones derruidos
donde las arañas hilan su tela y anidan las cucarachas y los ratones.
El templo estaba casi desierto. A la oscilante luz de las
lámparas de aceite, se veía una sombra de mujer arrodillada ante el
altar.
El órgano se quejaba con su voz dulcemente nasal. Un rayo de sol
resbalaba sobre el marfil amarillento de un Cristo. La campana, de tarde
en tarde, volteaba convocando á los rezagados fieles. El incienso
humeaba en los pebeteros y el sacerdote cuchicheaba con el sacristán.
A poco, se puso en píe la devota, que era una gallarda hembra, de
encorvadas pestañas negras, como patas de escorpión, que resguardaban
unos ojos melancólicos amasados con luces de crepúsculo, espasmos de
deleite y languideces místicas.
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Publicado el 28 de diciembre de 2022 por Edu Robsy.
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