Caracteres (en griego antiguo Ἠθικοὶ χαρακτήρες) es el título de una obra del filósofo peripatético Teofrasto, escrita probablemente en el año 319 a. C. Este libro sobre las costumbres junta la filosofía, la ciencia y la moral; ha sido muchas veces imitado a lo largo de los siglos como una mirada tan lúcida como divertida sobre los vicios y los defectos de la humanidad.
El concepto de carácter no tiene el mismo significado en la época de Teofrasto y en los tiempos modernos: la diferencia es grande entre el carácter moral y el carácter de la colección, donde se ponen bajo los ojos los vicios en acción; la obra no es más que una simple instrucción sobre las costumbres del hombre, con el objetivo menos de aleccionar al hombre que de hacerlo sabio. La misma idea de "carácter" fue fundada por Aristóteles e ilustrada por él en el libro II de la Retórica.
Teofrasto parece haberse inspirado en las cartas de sus compañeros de estudio: Dicearco, por ejemplo, habla en un escrito de la ciudad de Oropo, cuyos habitantes cometen robos, de la ostentación de los platenses, la contradicción de los tespios, la obsequiosidad de los habitantes de Coronea o la estupidez de los habitantes de Haliarto.
La naturaleza exacta del opúsculo de Teofrasto permanece oscura. No fue publicado por Teofrasto en la forma en que lo conocemos hoy, y probablemente no constituyó una obra terminada. Dentro del género cómico, la ridiculización de determinados comportamientos es el mecanismo empleado para provocar la risa.
El autor estudia los tipos morales permanentes, no los personajes individualizados, a través de retratos que constituyen esbozos morales en forma de análisis psicológicos metódicos. La composición de estos retratos es uniforme, según un modelo invariable: breve definición, luego enumeración de los signos concretos del carácter, es decir los actos, los gestos y las palabras. La forma es siempre sobria y el tono discretamente irónico. El plan general de la obra original es imposible de hacer precisamente, aunque sólo sea porque el orden de los párrafos fue cambiado de la antigüedad.
La lisonja, definida en propios términos, es conversación ó trato que procura complacer sin el correspondiente decoro. El lisonjero,
pues, sin duda es tal: saluda á otro desde lejos, y diciéndole que es
hombre de suma importancia, le admira siempre; le toma ambas manos para
que no se vaya, y acompañándole un poco, le pregunta cuándo volverá á
verle; lo alaba, y se despide. Elegido por árbitro, no sólo quiere
complacer á la parte á quien asiste, sino también á la contraria,
aspirando á pasar por amigo común de ambas. Dice que los forasteros
hablan más justamente que los ciudadanos. Convidado á un festín, ruega
al dueño, cuando ya está comiendo, que llame á sus hijos, y luego que
los ve llegar asegura que no se parece un huevo á otro como los niños á su padre; se acerca á ellos, los besa, los sienta á su lado, y haciendo del niño con ellos, dice: ¡Ay qué botella! ¡qué cuchilla!
Si quieren dormir, los deja recostar en su seno, aunque se moleste
mucho. Acostumbra rasurarse con gran frecuencia, tener los dientes muy
blancos, mudar de ropas que aun todavía podrían servir, y usar de
bálsamos ú olores. En la plaza se ha de meter junto á las mesas ó lugar
más distinguido. Frecuenta los juegos á donde concurre y se ejercita la
juventud, y cuando hay espectáculos, se sienta en el teatro cerca de los
que le presiden. Vaguea por la plaza sin comprar nada para sí; pero sí
compra encargos que enviar á sus huéspedes de Bizancio; perros de
Laconia para los de Cicico, y miel del monte Himeto para Rodas. Todo
esto que hace tiene cuidado de contarlo á sus paisanos. Cuida además de
criar ó mantener alguna mona en su casa, de comprar un sátiro ó mico,
palomas de Sicilia, cabras con manchas de varios colores, redomas
esféricas de Turia, báculos corvos de Lacedemonia, y tapices matizados á
la persiana. Tiene también un patio cubierto de arena para que sirva de
palestra, y un juego de pelota; y si encuentra á algunos filósofos, ó
sofistas, ó esgrimidores, ó músicos, siempre les ofrece el juego para
que se sirvan de él, y entretanto que se ejercitan, vuelve y se presenta
con el fin de que un espectador diga á otro: Mira, éste es el amo del juego.
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Publicado el 13 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.
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