MARCELA y SILVIA, abriendo una puerta, que estará cubierta con una antepuerta, y quedándose detras de ella. — LISARDO, DON FÉLIX.
Marcela:
(Ap. á Silvia.)
Por esta puerta, que al cuarto
De mi hermano, Silvia, sale
Desde el mio, á verle vengo;
Porque aunque él esté ignorante
De que he salido hoy de casa,
Con esto he de asegurarle.
Silvia:
Detente, que está con él
El tal huésped, y ya sabes
Que no quiere mi señor
Que llegue á verte ni hablarte.
Marcela:
Y áun esa fué mi desdicha.
Oigamos desde esta parte.
Lisardo:
Y si en tanto que este gusto
Llega, quereis que yo trate
De divertiros, pues fué
Concierto que os escuchase
Un cuidado, y que os dijese
El mio, oidme, escuchadme.
Marcela:
Oye.
Lisardo:
Despues que troqué
El hábito de estudiante
Al de soldado, la pluma
A la espada, la süave
Tranquila paz de Minerva
Al sangriento horror de Marte,
La escuela de Salamanca
A la campaña de Flándes,
Y despues, en fin, que hube
(Sin valedor que me ampare)
Merecido una jineta,
Premio á mis servicios grande,
Por haberme reformado
Entre otros capitanes,
Ya la campaña acabada
(Que no me viniera ántes),
Pedí licencia, y partí
A España, por ver si honrarme
Merezco el pecho con una
De las cruces militares,
Que sobre el oro del alma,
Son el más noble realce.
Con esta pretension vine,
Y su Majestad, que guarde
El cielo para que sea
Fénix de nuestras edades,
Remitió mi memorial,
A tiempo que á desahogarse
De molestias cortesanas
Vino á Aranjuez, admirable
Dosel de la primavera.
Mas ¿qué mucho que se alabe
De serlo, si la más bella,
Las más pura, más fragante
Flor, la flor de lis, la reina
De las flores, tras sí trae
Cuantas á envidia del sol
Rayos brillan, luz esparcen?
Seguí la corte, traido
Más de mi afecto constante
Que de mi necesidad;
Porque de ministros tales
Hoy el Rey se sirve, que
No es al mérito importante
La asistencia, porque todos
Acudir á todo saben;
Gracias al celo de aquel,
Con quien el peso reparte
De tanta máquina, bien
Como Alcides con Atlante,
Llegué en efecto á Aranjuez,
Donde vos me visitasteis
En una posada, y viendo
Tan incómodo hospedaje,
Como tienen en los bosques
Escuderos y pleiteantes,
Que me viniese con vos
A Ocaña me aconsejasteis;
Pues los dias de la audiencia,
Dos leguas era tan fácil
Andarlas por la mañana,
Y volverlas por la tarde.
Yo, por vuestro gusto, mas
Que por mis comodidades,
Obebecí. Todo esto
Ya vuestra amistad lo sabe;
Pero importa haberlo dicho,
Para que de aquí se enlace
La más extraña novela
De amor, que escribió Cervantes.
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