El argumento de la supuesta novela que Unamuno imagina en el interior de «Cómo se hace una novela» es la historia de la angustia de un hombre, U. Jugo, provocada por el terrible descubrimiento de la llegada de una muerte ineludible "en la historia o fuera de la historia". Pero el relato de Jugo se ve constantemente interrumpido por numerosos excursos del autor que ocupan mucho más espacio que la historia propiamente novelesca.
En realidad, los asuntos tratados por Unamuno en esta obra son aquellos que le obsesionaron a lo largo de su vida: el pasado, el presente y el futuro de España y las lamentables circunstancias políticas que le condujeron al destierro; la eternidad y el tiempo; la inmortalidad; la persona y el personaje, el otro; la relación entre novela e historia, ficción y realidad, vida y novela, sustancia y forma.
Ir haciendo una novela sin plan ni concierto previo, "a lo que salga", en expresión del propio autor, que funcione como metáfora de ir haciéndose una vida, es la idea principal que encierran sus páginas.
Dice luego Cassou que yo no tengo ideas, pero lo que creo que quiere
decir es que las ideas no me tienen a mí. Y hace unos comentarios
sugeridos seguramente por cierta conversación que tuve con un periodista
francés y que se publicó en Les Nouvelles Litteraires. ¡Y cómo
me ha pesado después el haber cedido a la invitación de aquella
entrevista! Porque, en efecto, ¿qué es lo que podía yo decir a un
reportero que conoce a su público y sabe los problemas generales y de
actualidad —que son, por ser los menos individuales, a la vez los menos
universales y son los de menos eternidad— a que hay que dar una
respuesta, los puntos en que es oportuno hacer nacer escándalo y
aquellos que exigen una solución apaciguadora? ¡Escándalo! Pero ¿qué
escándalo? No aquel escándalo evangélico, aquel de que nos habla el
Cristo diciendo que es menester, que le hay, mas ¡ay de aquel por quien
viniere!, no el escándalo satánico o el luzbelino, que es un escándalo
arcangélico e infernal, sino el miserable escándalo de las cominerías de
los cotarros literarios, de esos mezquinos y menguados cotarros de los
hombres de letras que ni saben comerse un libro —no pasan de leerlo— ni
saben amasar con su sangre y su carne un libro que se coma, sino
escribirlo con tinta y pluma. Tiene razón Cassou, ¿qué tiene que hacer
en esas interviús un hombre, español o no, que no quiere morirse y que
sabe que el soliloquio es el modo de conversar de las almas que sienten
la soledad divina? ¿Y qué le importa a nadie lo que Pedro juzga de Pablo
o la estimación que de Juan hace Andrés?
88 págs. / 2 horas, 35 minutos.
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Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.
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