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Edición física «El Caballero de la Carreta»
A lo que contestó el caballero:
«Ninguno ha de causaros enojos, os lo aseguro, si antes no me los presenta a mí.
—Entonces con vos quiero marchar», dijo ella. Hizo ensillar su palafrén. Pronto estuvo cumplida su orden. Y sacaron el palafrén de la doncella y el caballo al caballero. Ambos montan sin escudero. Y salen con rápido trote.
Ella le da conversación; pero él no presta atención a su charla. Más bien rehúsa el diálogo. Le gusta meditar; hablar le enoja.
Amor muy a menudo le reabre la herida que le ha causado. Jamás le aplicó vendajes para curar ni sanar. No tiene intención ni deseos de buscar emplastos ni médicos, a menos que su herida no empeore. Pero aún eso lo incitaría más y más.
Marcharon por sendas y senderos, siguiendo el camino más recto, hasta que llegaron a la vista de una fuente.
La fuente estaba en medio de un prado, y a su lado había un bloque de piedra. En la roca vecina había olvidado no sé quién un peine de marfil dorado. Jamás, desde los tiempos del gigante Isoré no había visto uno tan bello hombre cuerdo ni loco. Y en el peine había dejado medio puñado de cabellos la que se había peinado con él.
133 págs. / 3 horas, 53 minutos.
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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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