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PARMENÓN.— (Aparte.) ¡Qué hombre tan donoso! Éste realmente hace de un necio un loco rematado.
GNATÓN.— Yendo así parlando, llegamos a la carnicería. Sálenme a recibir muy alegres todos los pasteleros, los atuneros, los carniceros, los cocineros, los morcilleros, los pescadores, los cazadores, a quienes yo en mi prosperidad, y aun después de ella, he valido y valgo muchas veces. Salúdanme, convídanme a cenar, y danme la bienvenida. Cuando aquel pobre hambriento me vio puesto en tanta honra y que con tanta facilidad ganaba de comer, comienza a suplicarme que le diese licencia para aprender de mí aquella habilidad. Mandele que me siguiese, por ver si así como las sectas de los filósofos toman de ellos los nombres y apellidos, así también habría truhanes que se llamasen los Gnatónicos.
PARMENÓN.— (Aparte.) ¡Miren lo que hace la ociosidad y el comer a costa ajena!
GNATÓN.— Pero mucho me detengo en llevar esta moza a casa de Tais y rogarle que se venga a cenar. Mas a Parmenón, el criado de nuestro competidor, veo triste delante de la puerta de Tais. Salvos somos: mal les va aquí a éstos. Cierto que he de burlarme un poco de este fanfarrón.
48 págs. / 1 hora, 25 minutos.
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Publicado el 13 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
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