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Edición física «El Filo de la Noche»
Me condujo, la mano en el hombro, hasta un enorme alón rebosante de risas y de conversaciones. Me presentó como el fundador de la fortuna familiar a una mujer menuda y ágil, de ojos oscuros, que me saludó con meloso acento sureño. La mujer, a su vez, me presentó a su madre, una anciana de cejas negras y pelo blanco como la nieve, tocada con un ridículo gorrito de punto veneciano, unas manos que en su día seguramente sostuvieron a muchos corazones y una dignidad tan incuestionable e incondicional como la de una emperatriz. Era ciertamente una Burton de Savannah que superaba en la jerarquía a los Lee de Virginia. El resto de la compañía procedía de Buffalo, Cincinnati, Cleveland y Chicago, con alguna que otra veta sureña. Un grupo de jóvenes hacían palomitas de maíz en la chimenea presidida por un Gainsborough. Dos hombres corpulentos, semiocultos por un arpa enfundada, discutían sobre un montón de documentos mecanografiados los términos de algún contrato. Un puñado de matronas hablaba de criados —irlandeses contra alemanes— al otro lado del piano de cola. Un chico asaltaba una vieja estantería de libros mientras, a su lado, una muchacha alta contemplaba el retrato de una mujer de muchos amores, fallecida tres siglos atrás, que volvía a la vida y lanzaba su advertencia bajo la lamparilla del marco. Media docena de niñas examinaban en un rincón las vitrinas que contenían las condecoraciones —inglesas y extranjeras— del difunto lord Marshalton.
21 págs. / 36 minutos.
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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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