Quizás una de las mejores novelas de Anatole Frnace, en la que continúa la crítica social que caracteriza toda la serie de novelas que conforman "Historia contemporánea".
En esta historia sobre la hipocresia, Bergeret envejece en una vida aburrida, opaca, mal disimulada por una vasta información cultural. A pesar del raciocinio, el animal humano sigue allí: con sus miserias y sus maldades. La historia central, el adulterio de la señora de Bergeret, convertida por ello en una maniquí de mimbre, es asombrosa y bellamente contada.
Al bajar por el camino de las Zagalas dejó a su espalda el monte
Duroc, y se sintió de pronto envuelto en un ambiente suave. Por aquella
parte se hundía el camino en un terreno calcáreo, donde arraigaban con
dificultad pequeñas encinas. Al abrigo del viento, bajo el sol de
diciembre, que lucía en el cielo sin fulgores y sin lumbre, repitió el
catedrático plácidamente: Patrio vocat agmina sistro. Sin duda,
Cleopatra escapó de Actium hacia Egipto; pero escapó burlando a la
flota de Octavio y de Agripa, que pretendía cerrarle el paso.
Y, complacido por lo apacible de aquel paraje resguardado, el señor
Bergeret sentóse para descansar en una de las piedras que, arrancadas
en otro tiempo de la montaña, se cubrían lentamente de un musgo negro. A
través de las ramas veía el cielo violáceo con salpicaduras de niebla
oscura, y le producía un triste sosiego comentar sus reflexiones en
aquella soledad.
«Antonio y Cleopatra —se decía— sólo se propusieron abrirse paso al
atacar a las galeras de Agripa, que los rodeaban. Y esto precisamente
fue logrado por Cleopatra, que pudo escapar con sus sesenta naves al
bloqueo que las ponían». Y el señor Bergeret, en la hondura del camino
disfrutaba la inocente gloria de precisar la fortuna de los héroes en
las famosas aguas de Acarnania. Pero cuando alzó los ojos, vio sentado
frente a él, sobre un montón de hojarasca, a un viejo que apoyaba su
cabeza en el muro gris. Era una fisonomía tan agreste, que apenas se
diferenciaba de los objetos circundantes. Su rostro, sus barbas y sus
andrajos presentaban los mismos tonos de la piedra negruzca y de las
hojas caídas. Se entretenía en raspar tranquilamente un palo con un
cuchillo roto y muy desgastado por la piedra de afilar.
156 págs. / 4 horas, 33 minutos.
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Publicado el 25 de mayo de 2017 por Edu Robsy.
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