Este ensayo capital ha representado uno de los más serios intentos por definir un componente fundamental de la nación ecuatoriana. En esta obra se describe la identidad física y cultural del montuvio, la geografía donde habitaba y su forma de aproximarse al mundo. El esfuerzo de de la Cuadra se constituye en poder transmitir un mundo real, por muchos olvidado o convertido en un mito lejano pintoresco, pero que es parte central de la identidad de la costa ecuatoriana.
De la Cuadra ha amparado su estudio en una serie de datos históricos, testimonios y referencias de autoridades eruditas que certifican lo contado por el autor.
La crisis subsiguiente al cierre del mercado del caucho, fue gravísima.
Luego le tocó su hora a la tagua. A ésta la mató otro invento alemán.
La tagua es ejemplo típico de un valor de uso que se convierte en
alto valor de cambio acumulando en él escasa jalea de trabajo. En
Manabí, el marfil vegetal era silvestre. No tenía ahí valor de cambio
ninguno. Estaba en todas partes: bastaba recogerlo del suelo.
Cuando se creó el sustituto, la economía manabita —dominada por la
tagua—, se vino de bruces. Quebraron bancos y casas fuertes. Cundió la
desocupación. Fue horroroso. Un cataclismo económico. Aún no se repone
completamente esa provincia de su desastre.
Mas, ¿qué importaba todo? Quedaba el cacao. La Costa tenía cacao: su
cacao «Guayaquil», preferido para las elaboraciones de lujo, suplicado
por Suiza y por Italia, caprichosamente repagado, y contra el cual nada
podrían, gracias a su calidad, los sembradíos ingleses y franceses de
África.
Se proyectó convertir la zona montuviá en una inmensa cacaotera, como se había convertido Cuba en un cantero inmenso.
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Publicado el 30 de junio de 2022 por Edu Robsy.
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