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Éste la dixo:
—Hermana Verdad, perdonadme y bolveos con Dios, que, aunque mi voluntad es buena, no quiero en mi casa gente que anda a sombra de tejados.
Passó aquella noche bien trabajosamente. A la mañana, al atravessar una calle, vio que por la una puerta de la iglesia entravan unos novios y por la otra un difunto. Allí se dixo avía acabado el uno y que empeçavan los otros. Ella respondió que antes al contrario. Vio un tahur en la misma calle de muy mal talle y de peor rostro. Llegóse a él y díxole:
—Consolaos, señor, con que los hombres no han de ser hermosos y con que, si no tenéys buena cara, tenéys muy buenas manos.
Tal ligereza tenía en ellas que, aunque sobrasse día, para los que con él jugavan siempre era de noche. El qual hombre estava graduado en el uno y otro derecho, porque era de los que podían dezir que estavan muy ricos con sus mugeres, aunque se huviessen casado muy pobres.
Tanta fue la batería que la dieron, que determinó yrse a Portugal, donde se puso a servir, aunque estuvo poco, porque su amo la quiso presentar por testigo de que era christiano viejo.
27 págs. / 48 minutos.
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Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.
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