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Edición física «El Sueño de Escipión»
Aquí, como Lelio profiriese una exclamación, y los demás gimiesen con vehemencia, Escipión les detuvo sonriendo y dijo: «¡Chs! os ruego que no me despertéis del sueño, y escuchéis un momento más lo que me queda por decir.»
III. «Pero, Africano, para que estés mejor dispuesto a proteger a la república, ten entendido esto: para todos los que hayan servido, ayudado y engrandecido a la patria, hay en el cielo un lugar cierto y determinado, donde gozan de una edad feliz y eterna; en efecto, nada se hace en la tierra más agradable a aquel dios supremo, que rige al mundo entero, que las sociedades humanas cimentadas por el derecho, las cuales se llaman ciudades; cuyos rectores y conservadores, habiendo salido de aquí, volverán a este mismo lugar.»
En este punto le pregunté, aunque estaba atemorizado no tanto por el miedo a la muerte, como por las asechanzas de los míos, si él mismo, y mi padre Paulo, y otros a quienes considerábamos muertos vivían. «Antes bien, respondió, realmente viven los que se han liberado de los lazos del cuerpo como de una cárcel, pues lo que vosotros llamáis vida es la muerte. ¿No ves a tu padre Paulo, que viene hacia ti? Cuando le vi, me deshice en lágrimas, pero él, abrazándome y besándome intentaba detener mi llanto.
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Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.
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