Obra satírica en la que se pone en ridículo la moda de los oradores de la época que utilizan en el púlpito un lenguaje gongorino altisonante; es un ataque al barroquismo en sus últimas formas degeneradas. Fray Gerundio se distingue por su mal gusto y su audacia a la hora de emplear frases rebuscadas y sin ningún sentido. Junto a la figura principal aparecen otros dos personajes clave para el desarrollo de la novela: fray Blas, el maestro de Gerundio, un hombre grotesco y exageradamente culterano y fray Prudencio, otro predicador amigo de fray Gerundio, hombre sabio y prudente que trata de encauzar la oratoria de este.
Por otro lado la obra presenta una serie de tipos y costumbres populares, con toda clase de detalles y lujo de descripciones de todo tipo, tanto de gentes como de ciudades y casas con mobiliario incluido. Se puede considerar como una obra documental y costumbrista. Los lugares por donde trascurre la vida de fray Gerundio desde su nacimiento son auténticos. Las descripciones y detalles que da el autor hacen que se puedan localizar con facilidad, aun cuando les da un topónimo ficticio e inexistente.
Fragmento de «Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes»
Diluviumque, Arcamque Noe; tum qua ratione.
Por sólo este admirable verso le dio el dómine dos parces y un
abrazo, sin poderse contener. En otro tema se decía esta sentencia: «Se
deben tolerar las cosas que no se pueden mudar». Y un chico la acomodó
en este bello pentámetro:
Quae non mutari sunt toleranda, queunt.
Valiole doce puntos para su banda, y una tarde de asueto. Mandó
componer en una estrofa de versos sáficos este breve romance: «Andrés
Corbino convidó a Pedro Pagano a que el miércoles por la tarde fuese a
merendar a su casa, porque aquel día se había de hacer en ella la
matanza de un cerdo». Un muchacho, que pasaba por ingenio milagroso, le
llevó el día siguiente la siguiente estrofa:
Domine Petre, Domine Pagane, corbius rogat, velis, ut Andreas, vesperi quarta mactabimus suem, ad se venire.
15. Faltó poco para que el preceptor se volviese loco de
contento, y luego incontinenti le declaró Emperador de la banda de Roma;
hízole tomar posesión del primer asiento, o trono imperial; mandó que
provisionalmente fuese laureado con una corona de malvas y otras
hierbas, por cuanto no había otra cosa más a mano en uno que se llamaba
huerto, y era un herreñal de la casa del dómine, mientras se hacía venir
de la montaña un ramo de laurel; y ordenó que desde allí adelante, y
por todos los siglos venideros, hasta la fin del mundo, fuese habido,
tenido y reputado por el archipoeta paramés (era del Páramo el rayo del
muchacho), para diferenciarle y no confundirle jamás con Camilo Cuerno,
archipoeta de la Pulla.
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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.
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