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—Hombre, no es que sea una exquisitez, pero a todo el mundo le gustan las setas secas.
A mí me parecía extraño asociar a sensei con las setas secas.
Cuando recibí una carta de sensei, me sorprendí un poco. Me extrañé aún más al comprobar que esa carta no contenía nada particular. Pensé entonces que la había escrito por pura amabilidad. Y este pensamiento me hizo muy feliz. Era la primera carta que recibía de sensei.
Si digo la «primera carta», podría creerse que mantuvimos correspondencia. He de advertir que no fue así. Exactamente, no recibí más que dos cartas suyas en vida de él. Una fue esta, respuesta sencilla a la mía, de la que acabo de hablar, y otra fue una larga, muy larga, que me dirigió antes de morir.
A mi padre, por el carácter de su enfermedad, no se le permitía moverse mucho. Después de levantarse de la cama, casi nunca salía. Un día en que había sol, bajó por la tarde al jardín. Yo, por precaución, le acompañé, intentando cogerle el brazo y apoyarlo en mi hombro. Pero él, entre risas, no me hizo caso.
224 págs. / 6 horas, 33 minutos.
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Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.
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