La novela más extensa de Valle-Inclán, publicada en su época por entregas, pero que desapareció y no fue recuperada y publicada como tal hasta muchos años después.
Construida sobre una exitosa obra teatral de Carlos Arniches estrenada 1899, esta novela no fue publicada de forma íntegra hasta 1973 tras su redescubrimiento, por lo que falta en muchas de las ediciones de las obras completas de Valle-Inclán.
Responde su argumento a la estructura de conflicto sentimental entre sus protagonistas, muy habitual en las novelas populares por entregas: Ramón, joven albañil, está casado con Soledad y tienen un hijo. Soledad, antes de conocer a Ramón, tuvo un novio, Víctor, que marchó a Buenos Aires, abandonándola. Esta relación solo la conocen Soledad y su tío Doroteo, es descubierta por Eleuterio, compañero de Ramón, que tiene una fotografía de Soledad dedicada a su antiguo novio. Eleuterio, que está enamorado de Soledad, la chantajea con dicha fotografía, amenazándola con mostrársela a su marido si ella no accede a sus pretensiones.
Agoniada, yerta, la Condesa volvió a cubrirse el rostro con las manos.
Allá fuera, las campanas de un convento que había en la misma calle
volteaban alegremente anunciando la novena que todos los años hacían
las monjas a la seráfica fundadora. En el salón, las bujías lloraban
sobre las arandelas doradas; y en el borde del brasero apagado dormía el
gato.
* * *
Los gritos de Beatriz resonaban en todo el palacio…
Con los ojos extraviados y el cabello destrenzándose sobre los
hombros pálidos, de una blancura lilial, se retorcía a los pies del
antiguo lecho salomónico. La Condesa estremeciose oyendo aquel plañir
que hacía miedo en el silencio de la noche, y acudió presurosa.
Sobre el entarimado golpeaba la rubia cabeza de Beatriz; su frente,
yerta y angustiada, manaba un hilo de sangre. Retorcíase bajo la mirada
muerta e intensa del Cristo. ¡Un Cristo de ébano y marfil, con
cabellera humana; los divinos pies iluminados por agonizante lamparilla
de plata; el rostro envuelto en la sombra del dosel que bordaron las
manos de una abadesa noble! Beatriz hacía recordar aquellas blondas
princesas, ¡santas de trece años!, que martirizaban su carne, tentada
por Satán. Al entrar la Condesa, se incorporó con extravío, la faz
lívida, los labios trémulos, como rosas que van a deshojarse. Su
cabellera magdalénica encubría la candidez de los senos.
417 págs. / 12 horas, 11 minutos.
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Publicado el 9 de enero de 2020 por Edu Robsy.
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