Una gran novela sobre la pérdida de las buenas costumbres
Esta novela pinta la vida del niño a quien su madre mima y regala más de lo que conviene a una sabia y bien orientada educación, del niño cuyos caprichos, por absurdos o costosos que sean, siempre son satisfechos. Su madre lo adora con un amor ciego; lo adora por hermoso, por su cutis blanco, por su pelo rubio, porque es hijo de un joven acomodado con quien ella vivió una inolvidable aventura de amor una noche de "tamalada" y de luna. Su madre era -nos dice Cuéllar- "casi tan consentidora y tolerante como la patria". Y el niño va creciendo en ese ambiente, sin pensar en lo porvenir, sin buscar un modo de ganarse la vida, probable parásito social en espera de quién sabe qué milagro.