Si bien no se trata de una obra muy conocida, merece un espacio definitivo en cualquier biblioteca fantástica.
Todavía existen algunos recelos contra esta notable escritora, residuos de una crítica áspera y anacrónica, que decidió recordarla más como amante de Ramón Gómez de la Serna que por su notable prosa. Carmen de Burgos fue algo más que amante: fue autora de extraordinarias novelas, pero sobre todo fue una de esas escritoras refinadas, artesanales, cuya narrativa se despega de cualquier clase de convención. En resumen, posee lo que todo escritor anhela: originalidad.
—Pero —añadió la joven— tal vez hay en esa impresión mucho de lo
que ella cuida de aparentar. Entra en la figura que se ha trazado la
necesidad de ser hermética. El no dejarse ver de cerca.
—Si yo fuera tan galante como me creen —dijo don Marcelo—, les
daría la razón a estas niñas y hablaría mal de «La mujer fría» seguro de
que así era agradable y simpático, pero soy un buen amigo de Blanca y
debo hacerle justicia. Tratada es más interesante que vista así de
lejos.
—¿Y no da sensación de frialdad?
—La hay siempre en ella, mientras se le habla causa la impresión
que se experimenta en la sierra cuando se abre la ventana frente a los
picos nevados. Algo frío y tónico que encanta.
—Pero que no da gana de acercarse —añadió burlona Edma.
—No diría yo tanto.
—Es que ella está enamorada de su nombre —añadió otra señora—, se
ve que hace por merecerlo en cómo se viste y se adorna. Además, hasta en
los movimientos da aspecto de frialdad, se desliza…
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Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.
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