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—Yo no me lo figuraba a usted así.
—¡Tonterías!
Todo el mundo le decía lo mismo al verle por primera vez, y esto le fastidiaba.
«Y, sin embargo, no puedo ofrecerle te o vino—se dijo el dignatario—. Quizá ni siquiera sepa beber.»
—¡Bueno, ya está usted muerto!—comenzó el diablo con tono flemático.
—¿Qué es lo que dice usted?—exclamó indignado el dignatario—. ¡Estoy vivo todavía!
—No diga tonterías—respondió el diablo, y continuó—. Está usted muerto... Y bien, ¿qué hacemos ahora? Este es un asunto serio y hay que tomar una decisión...
—Pero ¿es de veras que... estoy muerto? Puesto que hablo...
—¡Ah, Dios mío! Cuando sale usted de viaje, ¿no tiene que pasar por la estación antes de subir en el tren? Ahora está usted en la estación, precisamente...
—¿En la estación?
—Sí.
—Ahora comprendo. Entonces, ¿esto ya no es yo? ¿Y dónde estoy yo? Es decir, mi cuerpo...
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Publicado el 31 de julio de 2016 por Edu Robsy.
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