Basada en dos leyendas artúricas: "Tristán e Isolda" y "Merlín y Viviana", entreteje textos conocidos con versiones nuevas con el objetivo de moralizar a un público lector, presumiblemente de fe única, poseedor de prejuicios religiosos arraigados en la cultura de la época.
—Ánimo… ¡Vas a ver cosas que estremecen el corazón! —Dispuesto
estoy —declaró el muchacho.
Silenciosos, se enhebraron por pasadizos estrechos, bajaron
escalones de piedra, resbaladizos por la humedad, caracoles
pendientes que no se acababan nunca, y al fin se detuvieron ante
una fuerte y muy historiada reja de hierro. Isayo vio con asombro
que en las filigranas de la reja se enredaban las ramas de un
rosal, y asaltó sus sentidos penetrante fragancia. Nunca había
respirado olor semejante; era algo que se subía a la cabeza,
trastornando el conocimiento. Volviose, y miró intensamente a
Bibiana.
—¡Madrina! —gimió suplicante. Ella luchaba consigo mismo,
palpitando.
—Lindo ahijado —mandó por fin—, toma mi hoz y corta el rosal. No
hay otro medio de abrirnos paso.
Él titubeaba. Le daba lástima herir con el filo aquella masa
verde, donde, a la luz de las antorchas, brillaban como enormes
granates las rotas flores. Y habiendo contemplado un momento el
cuadro, exclamó atónito:
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Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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