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Faselo trabajaba por vencer con honesta contienda la virtuosa inclinación y el nombre que su hermano había ganado, acrecentando el amor que todos los de Jerusalén le tenían, y poseyendo esta ciudad, no hacía algo ni cometía cosa con la cual afrentase alguno con soberbia del poderoso cargo que tenía. Por esto era Antipatro obedecido y honrado con honras de rey, reconociéndolo todos como a señor, aunque no por esto dejó de ser tan fiel y amigo a Hircano como antes lo era.
Pero no es posible que estando uno en toda su prosperidad carezca de envidia, porque a Hircano le pesaba ver la honra y gloria de los mancebos, y principalmente las cosas hechas por Herodes, viéndose fatigar con tantos mensajeros y embajadores que levantaban y ensalzaban sus hechos; pero muchos envidiosos, que suelen ser enojosos y aun perjudiciales a los reyes, a los cuales dañaban la bondad de Antipatro y de sus hijos, lo movían e instigaban, diciendo que había dejado todas las cosas a Antipatro y a sus hijos, contentándose solamente con un pequeño lugar para pasar su vida particularmente con tener sólo el nombre de rey, de balde y sin provecho alguno, y que hasta cuándo había de durar tal error de dejar alzar contra sí los otros por reyes; de manera que no se curaban ya de ser procuradores, sino que se querían mostrar señores, prescindiendo de él, porque sin mandarlo él y sin escribírselo, había Herodes muerto tanta muchedumbre contra la ley de los judíos, y que si Herodes no era ya rey, sino hombre particular, debla venir a ser juzgado por aquello, y por dar cuenta al rey y a las leyes de su patria, las cuales no permiten ni sufren que alguno muera sin causa y sin ser condenado. Con estas cosas poco a poco encendían a Hircano, y a la postre, manifestando y descubriendo su ira, mando llamar a Herodes, que viniese a defender su causa, y él, por mandárselo su padre, y con la confianza que las cosas que había hecho le daban, dejando gente de guarnición en Galilea, vino a ver al rey. Venía acompañado con alguna gente esforzada y muy en orden, por no parecer que derogaba a Hircano si traía muchos, o por no parecer desautorizado, y dar lugar a la envidia de éstos, si venía solo. Pero Sexto César, temiendo aconteciese algo al mancebo, y que sus enemigos, hallándolo, le hiciesen algún daño, envió mensajeros a Hircano que manifiestamente le denunciasen que librase a Herodes del crimen y culpa que le ponían y levantaban de homicida o matador. Hircano, que de sí lo amaba y deseaba esto mucho, absolviólo y dióle libertad.
560 págs. / 16 horas, 21 minutos.
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Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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