Inquieto, alterado, calenturiento, los ojos y los colores se le iban y se le venían; un deseo loco se mostraba pintado en él.
Très drôle et avec ça, gentil tout plein, palabra de honor, mucho más
gentil que Peterson! repetía, entretanto, la otra con sus dos ojos
dormidos sobre Pablo en una mirada golosa de concupiscencia.
Y, diciendo y haciendo, se levantó de pronto, se fue sobre él
francamente, le agarró la cabeza con las dos manos, se la apretó contra
los senos y le dio un beso largo y mojado en la frente.
A propósito, ¿qué se ha hecho Peterson?, saltó, después, volviendo a su lugar como si nada fuera.
—Poco a poco. Ante todo, quién es Peterson y por qué lo traes a colación? repuse.
¿Por qué? Dame! Porque hemos sido muy buenos amigos con Peterson y
porque Vds. Deben conocerlo desde que es americano como Vds.; ¿sabes? de
la Florida.
¡Ah! pero, permítame Vd., observó honradamente Pablo, es que la
Florida está en los Estados Unidos y nosotros somos de la República
Argentina, est-ce que je sais, moi! Para nosotros, todo eso es la misma
cosa.
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