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Oyó estas razones y sabios consejos Teresita, fingiendo admitirlos como palabra divina; mas en su interior se propuso hacer su gusto, que en esto iba a parar siempre con maestra de tan poca autoridad como su madre. Al día siguiente la llamó Valeria; fue, charlaron... Tratábase de organizar una temporadita en la Granja, donde se divertirían mucho, si la Coronela daba permiso a Teresa para ir con su amiga. Examinaban las dificultades que para esto podían surgir, y la resistencia que había de oponer Manuela si no la invitaban también a ser de la partida, cuando entró Aransis inquieto, y contó que en el Consejo con Su Majestad, aquella mañana, O'Donnell y Escosura habían rifado de una manera solemne y ruidosa. La Reina se decidía por O'Donnell, y Espartero, desairado en la persona del Ministro que representaba su política, había dicho: vámonos. El vámonos, o el yo también me voy del Duque de la Victoria, era una proclama revolucionaria. Si Espartero, apoyado en las Cortes y al frente de la Milicia Nacional, daba a don Leopoldo la batalla, ardería Madrid. Había que desistir del viaje a la Granja mientras no se aclarase el horizonte. No se asustaron la señora y señorita tanto como Guillermo esperaba; antes bien, dijeron que les gustaban las trifulcas, y que si había de venir revolución gorda, viniera de una vez para ver si se quedaban con España los Nacionales, o se quedaba O'Donnell, con su personal de caballeros elegantes, limpios y vestidos a la última moda. Esto era lo más probable y lo más revolucionario, pues la ramplonería y ordinariez debían ser desterradas para siempre de este hidalgo suelo.
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Publicado el 16 de febrero de 2018 por Edu Robsy.
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