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Edición física «Padres e Hijos»
¿Qué iba a ser de Zenichka? Heredara esta de su madre el amor al orden, la discreción y el buen juicio; ¡pero era tan jovencita, se encontraba tan sola! ¡Y Nikolai Petrovich era también tan bueno y comedido!… Lo demás no hay que contarlo…
— ¿De modo que mi hermano pasó a verte? —preguntóle Nikolai Petrovich—. ¿Llamó y entró?
— Así fue.
— ¡Vaya! Eso está bien. Dame acá a Mitia, que lo mezca un poco.
Y Nikolai Petrovich púsose a zarandear, levantándolo casi hasta el mismo techo, al niñito, con gran satisfacción de éste y no poca inquietud de la madre, que a cada uno de sus movimientos tendía las manos a sus descalzos piececitos.
Ahora bien: Pavel Petrovich habíase vuelto a su elegante gabinete, con las paredes tapizadas de rojo vivo, armas colgadas de un abigarrado tapiz persa, muebles de nogal, revestidos de terciopelo verde oscuro, una librería Renaissance de vieja y negra madera de encina, estatuillas de bronce sobre la magnífica mesa escritorio, su chimenea… Dejóse caer en un diván, echóse los brazos por detrás del cuello y quedóse inmóvil, mirando casi con desesperación al techo. ¿Pretendía, acaso, ocultar incluso a los mismos muros lo que en su alma pasaba, u obedecería a otra razón? Lo cierto es que se levantó, corrió las pesadas cortinas de las ventanas y volvió a tenderse en el diván.
225 págs. / 6 horas, 34 minutos.
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Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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