En
cierta ocasión, el lǎobǎn (jefe) nos invitó al segundo mejor casino de "el
gabacho":
—No
mames, güey. El patrón nos lleva al casino, ¿y tú te pones a leer?
Ensimismado
en la lectura, me había acercado de espaldas a una máquina tragaperras, hasta que un amigo
queretano sacudió mi hombro tras el reproche antedicho. Fue entonces cuando caí
en el veinte. A mi lado estaba una anciana con aspecto de zombi, accionando una
palanca sin cesar. Esta dama despedía olor a ropa húmeda, pero también olía a
clínica, un hedor que mi cerebro asociaba con la adrenalina pura. Sin embargo,
ya estaba curado de aquellos prejuicios gracias a la lectura de Dostoievski,
como andar por la vida (sin tolerar la ludopatía). Salvo con Balzac, Umberto Eco,
Zweig o Jane Austen (más adelante citaré a otro autor), nunca me había ocurrido
aquel secuestro mental feliz.
Ahora
bien, ¿de qué iba la historia de Vargas Llosa? Más que una novela, para mí era
una telenovela rosa. Desde el apellido del protagonista-narrador (Somocurcio),
no hace falta ser Merlín para vaticinar que estaba destinado no solo al fracaso
amoroso, sino al agravio, al hazmerreír, a lo fútil. La historia de una chica
fresita conoce a chico malote, ha sido contada mil veces entre nuestros amigos
de infancia, entre las novicias de los conventos en páginas arrancadas de los
cuadernos, o bien, entre sábanas enmarañadas. También tenemos al bueno de
Murakami, un redomado maestro de la «chick-lit».
Este texto no ha recibido aún ninguna valoración.
Para valorar «Panegírico a ‘Travesuras de la niña mala’ de MarioVargas Llosa» es necesario identificarse en textos.info.
7 libros publicados.