Hoy, al inicio del siglo XXI, el paradigma será la inteligencia
espiritual, que nos permitirá aprender a vivir responsablemente, con ética, las
figuras claves ya no serán políticos, científicos o empresarios, serán seres
humanos profundamente espirituales, educadores holistas que enseñarán a otros a
vivir libremente su propio descubrimiento espiritual; si este tipo de humanidad
no surge en los próximos años, entonces el futuro de la humanidad estará en
grave peligro.
Los beneficios sociales del desarrollo económico deben
estar a cargo de una fuerte política social, unidos por una política integral
que entrelace el desarrollo económico y el desarrollo social en aras de
propiciar capitalismo social; la economía en sí misma no tiene sensibilidad
humana, y por tanto no sabe ni entiende de distribuir el dinero; ante ello, es
responsabilidad de una política social que la distribución del los beneficios se
dé en bien de todos.
Hoy, la inteligencia espiritual representa el centro
de una nueva visión del mundo que se construye desde diferentes campos y disciplinas,
incluidas la misma ciencia; la espiritualidad no es creencia religiosa, no está
ligada a ninguna iglesia, no es fenómeno paranormal, no es una categoría
psicológica, no depende del tiempo ni del conocimiento, no es individual, no
depende de la cultura o de una moral, ni de la riqueza o la pobreza material,
no depende de la racionalidad instrumental o del lenguaje, no es new age; la
espiritualidad es experiencia directa, es universal, de orden interno, es
presencia plena en la sociedad, es conocimiento es sí mismo, es conciencia de
unidad, es trascendente e inmanente, es transformadora, cordial, fraternal, es
el reconocimiento del amor universal como realidad educativa fundamental. Trae
consigo la verdad y la verdad es amor universal.
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