«Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte» es el título con que se publicó este conjunto de cinco piezas dramáticas escritas por Valle-Inclán: «Ligazón», «La rosa de papel», «El embrujado», «La cabeza del Bautista» y «Sacrilegio».
La idea de retablo dotaba al volumen de unidad, de conjunto compuesto por piezas independientes pero estrechamente relacionadas hasta el punto de ser necesarias unas y otras para la correcta intelección de el todo. Igualmente es reseñable el carácter antitético del título que conjuga el concepto plenamente religioso de retablo con la mención de dos pecados capitales y la referencia a la muerte.
Las claves temáticas de estas obras, que dotan de unidad al conjunto, están expresadas con precisión por el título. Se trata de tragedias de carácter simbolista (esquemáticas, llenas de sugerencias) protagonizadas no por héroes sino por personajes cotidianos, marginados incluso, donde las pasiones capitales de la avaricia y lujuria arrastran a los desdichados personajes a la muerte, sobre un fondo sacrílego, satánico o melodramático (en el sentido de macabro), según los casos.
Fragmento de «Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte»
LA ENCAMADA.— Pasa por la puerta de tía Pepa. Dile
que venga para les lavar la cara a los críos y vestirles la ropa nueva.
¡Angeles de Dios, que tan solos en el mundo se quedan!
JULEPE.— ¡Floriana, con ese patetismo me la estás dando! ¡Hablas como si ya fueses propiamente un cadáver! ¡No hay derecho!
LA ENCAMADA.— ¡Avísame los Divinos!
JULEPE.— Entodavía no estás para eso. ¿Dónde has puesto el burujo de los cuartos?
LA ENCAMADA.— Bajo la rabadilla lo tengo. Date priesa, Simeón. ¡Quiero estar despachada!
JULEPE.— ¡Una heroína propiamente!
LA ENCAMADA.— Toma soleta.
(JULEPE se afirma la gorra, y sale contoneándose. Cuando se
desvanece el rumor de los pasos, la adolecida se incorpora abrazada al
burujo de los dineros: En camisa y trenqueando sube la escalerilla del
fayado: Se la oye dolerse, entre un pisar deshecho y con pausas, por la
tarima del sobrado: Helada y prudente reaparece en la escalera: Casi a
rastras llega al cocho y se sume en las mantas remendadas: Atenta y
cadavérica, el rostro perfilándose sobre un montón de trapos, cuenta las
tablas del piso: En su mente señala el escondite que acaba de dar al
tesoro. Dos vecinas cotillonas, figuras grises con vaho de llovizna, se
meten de un pulo por la puerta, ponderando el arrecido de la helada, con
canijo estremecimiento de las sayas húmedas y pingonas. Llega de fuera
una ferranchada de chicos que arrastran un caldero, y olor de sardinas
asadas. La Musa y La Disa -Pepiña Mus y Juana Dis- son las comadres que
ahora entraron:)
90 págs. / 2 horas, 39 minutos.
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Publicado el 18 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.
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