No hay más información sobre el texto «Suelo Virgen».
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Nezhdánov de nuevo cambió miradas con Marianna. Ambos, sin duda, sentían lo mismo. Pero no se hablaron.
De todas formas, todo lo que Nezhdánov veía le parecía más divertido que molesto y desagradable, y la amable anfitriona, Valentina Mijáilovna, le parecía una mujer inteligente, que sabía que representaba un papel, y al mismo tiempo se sentía secretamente contenta porque había otra persona también inteligente que la comprendía... Nezhdánov sin duda no sospechaba hasta qué punto su orgullo estaba siendo alabado por su actitud hacia él.
Al día siguiente continuaron las clases y la vida retomó su ritmo normal.
La primera semana pasó sin darse cuenta... De lo que Nezhdánov pensó y sintió es mejor dar razón a través de una carta que escribió a un tal Silin, un viejo camarada de instituto y su mejor amigo. Este Silin no vivía en San Petersburgo sino en una ciudad distante, de provincia, a expensas de un pariente viejo, de quien dependía totalmente. Su posición era tal que no podía jamás soñar en liberarse. Era un hombre de salud muy delicada, tímido y de poco talento, pero de corazón notablemente puro. No se interesaba por la política, pero leía todos los libros que le caían en las manos, tocaba la flauta para no aburrirse y tenía miedo de las chicas. Silin era un gran amigo de Nezhdánov; tenía un carácter, por lo general, muy afectuoso. Nezhdánov no se expresaba tan libremente con nadie como con Vladímir Silin; cuando le escribía, tenía siempre la sensación de que se estaba comunicando con un ser muy querido e íntimo, pero que vivía en otro mundo o en su propia conciencia. Nezhdánov no podía siquiera imaginarse la posibilidad de vivir de nuevo con Silin como camaradas en la misma ciudad. Probablemente perdería el interés por él, pues había muy poco de común entre ellos, pero le escribía largas cartas con absoluta confianza. Con otros —por lo menos en el papel— todo era falso e hipócrita; con Silin ¡nunca! Utilizando mal la pluma, respondía siempre con pocas frases, cortas, torpes, pero Nezhdánov no necesitaba respuestas largas; sabía que el amigo devoraba cada palabra de sus cartas como el polvo de la carretera sorbe cada gota de lluvia, que guardaba sus secretos como algo sagrado, y que, en su desesperada soledad, no vivía más que su vida. Nezhdánov no había hablado absolutamente a nadie de sus tan queridas relaciones con Silin.
290 págs. / 8 horas, 28 minutos.
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Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.
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