—Ese amigo, hablándole, se hará cargo. ¿A ver su puerta? ¿Esa? ¡Pues
llama! ¡Espera!... Si está, dile que desea comunicarle una palabra
urgente el señor Vicario de los Verdes. ¿Contesta?
—Para mi que está fuera. Tiene una cuadrilla reparando las cales en
el Palacio de Torre Mellada. Se anuncia que viene a ser madrina de una
misa nueva la Infanta de San Telmo.
—¡El Palacio está hecho un cascajo! ¡Veremos que las ratas se comen a la señora Infanta!
—¿Traerá perrillos ratoneros!
—Perrillos ratoneros nunca faltan en el séquito de las personas
reales. Muchacha, métete adentro, si no quieres que te meta de una vez
para siempre.
La mozuela, que sacaba la corujilla. escapó para dentro. El clérigo
vino detrás. Cerró las maderas de la reja, puso los tranquillos, rasgó
un fósforo, encendió una vela.
—Comerás cuando yo regrese. Dame el canal. Esas maderas, como si estuvieran clavadas. ¡Ni llamar, ni moverse!
Llamó sobre sí la puerta, y cerró con dos vueltas de llave. Bajó a la
plazoleta: Le sorprendió ver la gente en grupos, estacionada ante “La
Flor Andaluza,—Vinos y licores.”
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