Se trata de relatos cortos de ficción histórica que narran, de forma entretenida y con el lenguaje propio de la época, sucesos basados en hechos históricos de mayor o menor importancia, propios de la vida de las diferentes etapas que pasó la historia del Perú, sea como leyenda o explicando costumbres existentes. Aunque su valor como fuente histórica es limitado y no confiable, su valor literario es enorme.
La primera serie incluye las siguientes tradiciones:
- Palla-Huarcuna
- Don Dimas de la tijereta
- El Cristo de la Agonía
- Mujer y tigre
- El nazareno
- Un litigio original
- La casa de Pilatos
- Bonita soy yo, la Castellanos
- Justos y pecadores
- La fiesta de San Simón Garabatillo
- Un predicador de lujo
- Predestinación
- Dos millones
- Las cayetanas
- Los endiablados
La sociedad obligada de doña Sebastiana, aparte del maestro rascador
de arpa, que era un viejo capaz por lo feo de dar un espanto al mismo
miedo, se reducía a un rechoncho fraile seráfico, al tutor y a su hijo,
muchacho seminarista de diez y ocho años y a quien su padre soñaba
convertir en todo un canónigo de merced. El D. Carlitos, en presencia de
su padre y comensales, adoptaba un airecito de unción y bobería que lo
asimilaba a un ángel de retablo. Pero fíate de bobalicones, lector mío, y
a puto el postre si no te dan un día cualquiera sarna que rascar.
Seis meses contaba ya doña Sebastiana en poder de su tutor. El mocito
abandonaba el claustro del colegio todos los domingos para pasar el día
en casa de su señor padre, y a punto de oraciones un negro lo
acompañaba hasta entregarlo a los bedeles del seminario.
Pero estaba escrito, D. Carlos tenía más afición que a los infolios
teológicos a estudiar en ese libro misterioso que se llama la mujer. El
jesuita Sánchez, con su churrigueresco tratado De Matrimonio,
exalta la curiosidad de los muchachos más que la serpiente que tentó a
Eva. Quizá alguno de sus capítulos cayó en manos del seminarista, y he
aquí cómo un mal librajo llevó a carrera de perdición a un joven, casto
como el cándido José, y privó acaso a la iglesia de Lima de una de sus
más espléndidas luminarias o lumbreras. Este preámbulo debe darte,
lector, por informado de que magüer las precauciones de D. Blas para
conservar ilesa la prenda que se le dio en depósito, al primer arrumaco
que a quemarropa lanzó el fogoso muchacho sobre la inflamable doncella,
no se hizo ella de pencas, y cada domingo la enamorada pareja
aprovechaba de la hora en que el tutor, como buen hijo de la perezosa
España, acostumbraba dormir la siesta, para darse un hartazgo de
palabras almibaradas y demás cosas que sospecho deben darse entre
amantes.
97 págs. / 2 horas, 49 minutos.
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Publicado el 20 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.
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