La España del siglo XIX es descrita con naturalismo, a través de un personaje en conflicto con sus presuntos orígenes judíos. Ciertos críticos encuentran una aureola de espiritualismo ruso en esta novela.
Sin duda, al llegar aquí, la necesidad moral de los signos de
puntuación se le impuso a mi madre con repentina fuerza, y para no
hacer a medias las cosas plantó una carrera de puntos suspensivos y
dos admiraciones reunidas.
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«¡¡ay hijo quien fía de palabras de hombres sin rreligión y sin
conciencia ahora sale con la pata de gallo de que se casa le entró
derrepente no sé qué vio en la chica de Aldao es bastante feita y
salud poca y de buenos principios no sé como andará en su casa ve
bastante malos ejemplos su padre metido con la doncella que fue de
su madre desde hace mil años y en la casa otras dos chiquillas no
se sabe si hijas o sobrinas de la pindonga tanto que la chica dicen
que carga con tu tío sólo por salir de aquel infierno que la tratan
a patadas que no le dan de comer pues no sé tu tío Felipe como la
tratará de mala casta viene que sacó la estampa de los judíos en la
procesión del Jueves Santo a mí me da vergüenza ser hermana suya ya
por algo lo señaló Dios que también lo ha de castigar acuérdate de
lo que digo que yo me entiendo Dios es muy justo y quieren que
vayas en las vacaciones a ver la preciosidad del casorio bonito
mamarracho estará si no me tienta el diablo a traer a casa la tal
Carmiña Aldao el otro verano no sucede esta trapisonda lo que es yo
brillaré por mi ausencia y contigo veremos como se portan si te
deja plantado hornos de rrevisar la partijita que habrá sapos y
culebras de mí no se burla tu tío soy capaz de pleitear hasta
soltar la camisa».
197 págs. / 5 horas, 45 minutos.
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Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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