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Edición física «Una Rebelión de los Dioses»
El negocio era lucrativo. En aquella ciudad, que era la más antigua del mundo, el gato era objeto de veneración. Su culto era la religión de la zona. La suma y multiplicación de gatos era una instrucción aritmética permanente. Naturalmente, el desatender los deseos de un gato era castigado con gran severidad en este mundo y en el otro; por lo tanto mi madre contaba con cientos de clientes. Sin embargo, con un esposo improductivo y diecisiete niños, ella tenía algunas dificultades en unir los dos extremos; y al fin la necesidad de incrementar la diferencia entre el precio de costo y el precio de venta de sus mercancías carnales la llevó a un expediente que se revelaría como eminentemente desastroso: concibió la desgraciada idea de vengarse rehusándose a vender carne para gatos hasta que el boicot a su marido hubiese terminado.
El día en que puso su resolución en práctica el negocio estaba atestado de clientes excitados y otros se extendían en turbulentas e incansables masas a lo largo de cuatro cuadras, hasta perderse de vista. En el interior no había más que maldiciones, apretones, gritos y amenazas. Se recurrió libremente a la intimidación —varios de mis hermanos y hermanas menores fueron amenazados con ser cortados en pedazos para los gatos—, pero mi madre se mantuvo firme como una roca y aquel fue un oscuro día para Sardasa, la antigua y sagrada ciudad que era el escenario de estos acontecimientos. ¡La huelga fue vigorosamente mantenida, y setecientos cincuenta gatos se acostaron hambrientos!
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Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.
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