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Edición física «Visión de Carlos XI»
—Quédense, no siento aún el deseo de acostarme.
Entonces se iniciaron distintos temas de conversación que quedaron agotados a la segunda o tercera frase. Parecía evidente que el rey se hallaba en uno de sus estados de ánimo sombrío y, en tal circunstancia, la posición de un cortesano era muy delicada. El conde Brahé, sospechando que la tristeza del rey tenía por causa el pesar por la muerte de su esposa, contempló durante algún tiempo el retrato de la reina colgado de una de las paredes del gabinete y luego murmuró, con un hondo suspiro:
—¡Qué parecido el de ese retrato! Es su misma expresión majestuosa y dulce a la vez…
—¡Bah! — replicó el rey, que creía oír un reproche cada vez que se pronunciaba en su presencia el nombre de la reina —. ¡Es un retrato muy adulador! La reina era muy fea.
Luego, interiormente avergonzado de su dureza, se puso de pie y dio unos pasos por la habitación para ocultar una emoción que encendía de rubor sus mejillas. Y se detuvo ante la ventana que se abría sobre el patio. Era una noche oscura y la luna se hallaba en su primer creciente.
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Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.
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