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Una Historia Aburrida

Antón Chéjov


Novela corta


I

Vive en Rusia un profesor emérito llamado Nikolái Stepánovich de Tal y Tal, consejero privado y caballero; tiene tantas condecoraciones, rusas y extranjeras, que, cuando se ve en la tesitura de ponérselas, los estudiantes lo llaman «el iconostasio». Todos sus conocidos pertenecen a lo más granado de la aristocracia; al menos en los últimos veinticinco o treinta años no ha habido en Rusia un erudito ilustre al que no haya tratado durante algún tiempo. Ahora no tiene con quién relacionarse, pero, si echamos la vista atrás, la larga lista de sus amigos célebres incluye nombres como Pirogov, Kavelin y el poeta Nekrásov, que lo honraron con su sincera y cálida amistad. Es miembro de todas las universidades rusas y de tres extranjeras. Etcétera, etcétera. Todo eso, y muchas cosas más que podrían decirse, constituye lo que se llama mi nombre.

Mi nombre es famoso. En Rusia lo conoce cualquier persona educada, mientras en el extranjero se le agregan los calificativos de «distinguido» y «honorable» cuando se lo menciona desde la cátedra. Es uno de los escasos nombres afortunados cuyo menosprecio o mención vana, ya sea en público o en la prensa, se considera una señal de mala educación. Y así debe ser. Pues mi nombre está íntimamente ligado al concepto de persona célebre, de grandes dotes e indudable utilidad. Soy un hombre hacendoso y perseverante, lo que es importante, y tengo talento, lo que es más importante aún. Además, dicho sea de paso, soy educado, modesto y honrado. Jamás he metido la nariz en la literatura ni en la política, no he buscado la popularidad polemizando con ignorantes, no he pronunciado discursos en banquetes o ante la tumba de mis colegas… En suma, mi nombre académico no presenta ninguna mancha ni tiene motivo de queja. Es afortunado.


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Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Una Historia

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


En el jardín florecían todos los manzanos; se habían apresurado a echar flores antes de tener hojas verdes; todos los patitos estaban en la era, y el gato con ellos, relamiéndose el resplandor del sol, relamiéndoselo de su propia pata. Y si uno dirigía la mirada a los campos, veía lucir el trigo con un verde precioso, y todo era trinar y piar de mil pajarillos, como si se celebrase una gran fiesta; y de verdad lo era, pues había llegado el domingo. Tocaban las campanas, y las gentes, vestidas con sus mejores prendas, se encaminaban a la iglesia, tan orondas y satisfechas. Sí, en todo se reflejaba la alegría; era un día tan tibio y tan magnífico, que bien podía decirse:

—Verdaderamente, Dios Nuestro Señor es de una bondad infinita para con sus criaturas.

En el interior de la iglesia, el pastor, desde el púlpito, hablaba, sin embargo, con voz muy recia y airada; se lamentaba de que todos los hombres fueran unos descreídos y los amenazaba con el castigo divino, pues cuando los malos mueren, van al infierno, a quemarse eternamente; y decía además que su gusano no moriría, ni su fuego se apagaría nunca, y que jamás encontrarían la paz y el reposo. ¡Daba pavor oírlo, y se expresaba, además, con tanta convicción...! Describía a los feligreses el infierno como una cueva apestosa, donde confluye toda la inmundicia del mundo; allí no hay más aire que el de la llama ardiente del azufre, ni suelo tampoco: todos se hundirían continuamente, en eterno silencio. Era horrible oír todo aquello, pero el párroco lo decía con toda su alma, y todos los presentes se sentían sobrecogidos de espanto. Y, sin embargo, allá fuera los pajarillos cantaban tan alegres, y el sol enviaba su calor, y cada florecilla parecía decir: «Dios es infinitamente bueno para todos nosotros». Sí, allá fuera las cosas eran muy distintas de como las pintaba el párroco.


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Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Una Heroína del Siglo XV: Juana Hachette

Concepcion Gimeno de Flaquer


Artículo


Estudio dedicado al distinguido literato Rafael Núñez, Presidente de la República de Colombia


O femmes, c'est à tort qu'on vous nomme timides.
A la voix de vos cœurs, vous êtes intrépides.

Legouvé


Las mujeres francesas no han sido nunca extrañas a las turbulencias de su patria; han influido tanto en la diplomacia y en la política, que el cardenal Mazarino dijo hablando de ellas al embajador español:


«Vuestras mujeres no se ocupan más que en amar, mientras que las nuestras enmarañan la política a su antojo; tenemos tres damas tan capaces de gobernar tres reinos como de perturbarlos: la Duquesa de Longueville, la Princesa Palatina y la Duquesa de Chevreuse».


Obsérvase que entre las mujeres francesas, las que más se mezclan en la política son las dos clases extremas: las mujeres de la aristocracia y las plebeyas. En la época del Terror, fueron víctimas de la revolución unas y otras.

La aristocracia francesa ha tenido hábiles políticas, contándose entre estas María Ana de la Tremouille, Princesa de los Ursinos, que gobernó a Felipe V de España; María Carolina Fernanda Luisa de Borbón, Duquesa de Berry, tan audaz, que intentó por las armas una restauración monárquica, y tan valiente, que soportó acerbos sufrimientos en la prisión del castillo de Blaye, sin exhalar una queja; la Duquesa de Grammont, que indujo a su hermano el Duque de Choisseul, ministro de Luis XV, a rechazar la alianza política propuesta por la Dubarry, lo cual ocasionó la caída del Ministerio, y Mme. Royale, Duquesa de Angulema, que cuando su marido salió para sublevar el Mediodía de Francia contra Napoleón, ella quedó en Burdeos luchando por su causa, animando a las autoridades civiles, pasando revista rodeada de generales, y presidiendo la organización de la defensa y el ataque, con un arrojo que hizo exclamar a Napoleón:


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Publicado el 13 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Una Guerra de Sahibs

Rudyard Kipling


Cuento


¿Un pase? ¿Un pase? ¿Un pase? Ya tengo un pase que me permite ir en el rêl de Kroonstadt a Eshtellenbosch, donde están los caballos, donde me tienen que pagar y desde donde me vuelvo a la India. Soy soldado del Gurgaon Rissala (regimiento de caballería) n.° 141 de la Caballería del Panyab. Que no me metan con esos cafres negros. Yo soy un sij, un soldado del Estado. ¿No entiende el teniente-sahib mi forma de hablar? ¿Es que hay algún sahib en este tren que esté dispuesto a interpretar a un soldado del Gurgaon Rissala que se ocupa de sus cosas en este endemoniado país en el que no hay harina, ni aceite, ni especias, ni guindilla, ni se respeta a un sij? ¿No me quiere ayudar nadie?… ¡Dios sea loado, aquí viene uno de esos sahibs! ¡Protector de los pobres! ¡Hijo del cielo! Dile al joven teniente-sahib que me llamo Umr Singh; que soy —era— el asistente de Kurban Sahib, ya muerto, y tengo un pase para ir a Eshtellenbosch, donde están los caballos. ¡Que no me metan con esos cafres negros!… Sí, me quedaré sentado junto a este camión hasta que el Hijo del cielo haya explicado el asunto a ese joven teniente-sahib que no entiende nuestro idioma.

¿Qué órdenes? ¿El joven teniente-sahib no va a detenerme? ¡Muy bien! ¿Voy a Eshtellenbosch en el próximo terén? ¡Muy bien! ¿Voy con el Hijo del cielo? ¡Bien! Entonces, por el día de hoy soy el asistente del Hijo del cielo. ¿Querrá el Hijo del cielo llevar el honor de su Presencia a un asiento? Aquí hay un camión vacío; voy a poner mi manta en un rincón, así, porque cae un sol muy fuerte, aunque no tan fuerte como en nuestro Panyab en mayo. La coloco así y pongo la paja así para que la Presencia pueda sentarse con comodidad hasta que Dios nos envíe un terén para Eshtellenbosch…


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24 págs. / 42 minutos / 122 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Una Fuga de Diablos

José Fernández Bremón


Cuento


A mi antiguo y queridisimo amigo
D. Federico Luis de Benale.


La abadía del Olivar, que hoy no existe, era á principios del siglo XVIII un monasterio, si no famoso y opulento, sosegado y bien provisto. Situado lejos del camino real, en una de nuestras provincias más tranquilas, apénas llegaban á aquel santo retiro los ecos de la guerra civil que ardia en toda España. Y tan escondido estaba del mundo, que áun el viajero que conocia el camino de la hospedería del convento no lograba ver el campanario de su iglesia sino á dos tiros de fusil, y al volver una de las calles de olivos que conducian al monasterio. Sin embargo, lo esmerado del cultivo, lo aprovechado del terreno, y la presencia de algun monje, que abria con el azadon una tierra dura, ó escarbaba las cepas con cariño, anunciaban á gran distancia la proximidad de la abadía, donde debían reinar el órden, la paz y la abundancia. Algunos caseríos blancos formaban esa poblacion campesina que en los siglos pasados se establecía en las inmediaciones y al amparo y devocion de los conventos. El toque de las campanas, el lejano y solemne rumor de los rezos monásticos, el canto de las aves, el ladrido de los mastines, los cencerros del ganado y el chirrido de algunas carretas cargadas de granos y de frutos, eran los únicos sonidos familiares en aquella soledad. La compostura, recogimiento y severo aspecto de los escasos habitantes de la comarca, demostraban la inmediata influencia de las costumbres del monasterio, sometido á la estrecha regla de San Benito, algo suavizada por el tiempo, que envejece los semblantes y los códigos, pero que conservaba en todo rigor sus bases fundamentales: la obediencia, el silencio y la humildad. Estrecha religion, cuyos hermanos no sólo renunciaban, al hacer sus votos, al vicio de la propiedad, sino al dominio de sus cuerpos y sus voluntades.


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Dominio público
26 págs. / 45 minutos / 33 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Una Francachela Frente al Mar

Louisa May Alcott


Cuento infantil


—¿Irás esta noche a la fiesta de la señora Tortuga? —preguntó un joven y alegre bígaro a su amigo Berberecho, cuando ambos se encontraron en la arena.

—Bueno… no lo sé: ¿qué tienen previsto hacer allí?, y ¿quiénes están invitados? —respondió Berberecho, bastante lánguidamente, porque había sido una estación veraniega muy animada, y estaba decididamente agotado.

—Definitivamente no habrá baile, pues el regidor no lo aprueba; pero no faltarán oportunidades para cantar, ni una antología de cuadros dramáticos, ni, por supuesto, un espléndido banquete. Es la última noche de la temporada; y, como en el gran hotel estarán celebrando su fiesta de despedida, hemos pensado que también nosotros podríamos organizar algún tipo de francachela. La encantadora Lily Cangrejo estará allí; también las langostas, los percebes, los cangrejos herradura, y los caracoles de mar, además de los mosquitos, las luciérnagas y los escarabajos de agua. He oído decir que asistirán distinguidos forasteros: un pez volador, una musaraña de agua, y los críos de la Madre Carey.

—Hum… ya, bueno; tal vez me deje arrastrar hasta allí en un par de horas o así. Me muero por ver a Lily Cangrejo; y el regidor organiza unas fiestas memorables. Ahora voy a disfrutar de unas algas; así que chao, hasta la noche.

El joven Berberecho no se refería a fumar un cigarro, no, sino a echarse una buena siesta bajo las algas. Bígaro buscó también unas algas con la misma intención; y ambos se despertaron tan vigorizados, que estuvieron entre los primeros en llegar a la fiesta.


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15 págs. / 26 minutos / 54 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Una Familia Ideal

Katherine Mansfield


Cuento


Aquella tarde, por primera vez en su vida, al apretar los batientes de la puerta y descender los tres peldaños que llevaban a la acera, el anciano señor Neave sintió que era demasiado viejo para la primavera. La primavera —cálida, vivaracha, inquieta— había llegado y le esperaba en aquella luz dorada, dispuesta a correr delante de todo el mundo, a acariciarle la blanca barba, a tirarle amablemente del brazo. Pero él no podía seguirla, no; ya no podía alcanzarla y salir corriendo con ella, ágil como un jovenzuelo. Estaba cansado y, aunque todavía lucían los últimos rayos del sol, sentía frío y tenía una curiosa sensación de atontamiento. De pronto había descubierto que ya no tenía energía, ánimos suficientes para continuar soportando aquella alegría y aquel brillante movimiento; todo aquello le confundía. Quería permanecer quieto, apartarlo todo con su bastón, exclamar: «¡Anda, lárgate!» Inesperadamente le costaba un esfuerzo enorme tener que saludar como cada día —levantando levemente el sombrero de fieltro con el bastón— a toda la gente que conocía, amigos, conocidos, tenderos, carteros, cocheros. Pero la mirada alegre que acompañaba aquel gesto, aquella amable chispita que parecía decir: «Valgo tanto como cualquiera de vosotros, si no más», aquella mirada, el viejo señor Neave, va no podía lograrla. Continuó avanzando torpemente, levantando las rodillas como si estuviese caminando por una atmósfera que de algún modo misterioso se hubiese ido espesando y solidificando, como convirtiéndose en agua. La gente que regresaba a sus casas cruzó apresuradamente junto a él, los tranvías tintinearon, traquetearon las carretas, y los grandes coches de alquiler se deslizaban por las calles con la indiferencia desafiante y temeraria que encontramos en los sueños…


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8 págs. / 15 minutos / 164 visitas.

Publicado el 8 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Una Familia Feliz

Lu Sin


Cuento


A la manera de Sü Chin-wen

“Escribir sólo cuando uno se siente inspirado. Eso es de veras hacer obra de arte, una obra que, como la luz del sol, irradie de una fuente infinita de claridad y no simplemente la chispa que brota del roce de la piedra con el hierro; sólo entonces el autor es un verdadero artista. Mientras que yo… ¡escribir como lo he hecho!…”

Cuando llegó a este punto de sus reflexiones saltó de la cama. Hacía tiempo que venía diciéndose que era absolutamente necesario escribir algo a fin de obtener un poco de dinero para la casa; aun más, había decidido por anticipado enviar su manuscrito a La Felicidad, revista mensual, porque pagaba mejor que otras publicaciones. Pero tenía que encontrar un tema conveniente, de otro modo podrían rechazar su trabajo. Bueno, iba a encontrar uno… “¿Cuáles son los problemas que inquietan a los jóvenes en la actualidad?… Son muchos, sin duda, pero tal vez la mayor parte de ellos se refiere al amor, al matrimonio, a la familia… Sí, hay muchos jóvenes que viven preocupados de estas cuestiones y las discuten todos los días. Bueno, vamos entonces con la familia. Pero ¿cómo presentarla?… Porque hay que hacer las cosas de modo que esta novela breve no sea rechazada. Pero ¿para qué estar prediciendo desgracias? Sin embargo…”

Saltó del lecho y de cuatro o cinco brincos se aproximó al escritorio; se sentó, sacó del cajón una hoja de papel con cuadrículas verdes y, aunque con cierta sensación de humillación, escribió sin vacilar el título:Una familia feliz.


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9 págs. / 16 minutos / 91 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Una Familia Corsa

Alejandro Dumas (hijo)


Novela


I

Viajaba yo por Córcega, a principios de marzo de 1841.

Nada más pintoresco y cómodo que un viaje a Córcega: se embarca uno en Tolón, veinte horas después está en Ajaccio, o veinticuatro horas más tarde en Bastia. Allí se compra o se alquila un caballo: si se le alquila, está uno del otro lado con cinco francos diarios; si se le compra, con ciento cincuenta de una vez. Y no hay que reir de la modicidad del precio; el tal caballo, comprado o alquilado, realiza, como el famoso del gascón que saltaba al Sena desde el Puente Nuevo, cosas que no harían ni Próspero ni Nautilus, héroes de las carreras de Chantilly y del Campo de Marte. Pasa por caminos en que el mismo Balmab hubiera tenido que usar alpenstock, y por puentes en que Auriol mismo pediría balancín.

En cuanto al viajero, basta con que cierre los ojos y deje que el animal se las componga: nada tiene que ver con el peligro.

Eso, fuera de que con ese caballo, que pasa por todas partes, puede andar unas quince leguas diarias sin pedir ni que comer ni que beber.

De tiempo en tiempo, cuando uno se detiene a visitar algún viejo castillo edificado por cualquier gran señor, héroe y jefe de tradición feudal, a dibujar alguna antigua torre levantada por los genoveses, el caballo pace una mata de hierba, descorteza un árbol, lame una roca cubierta de musgo, y basta.

En cuanto al alojamiento nocturno, la cuestión es aún más sencilla: el viajero llega a la aldea, atraviesa la calle principal en toda su longitud, elige la casa que le conviene, y golpea a la puerta. Un instante después, el amo o la señora aparece en el umbral, invita al viandante a echar pie a tierra, le ofrece la mitad de su cena, el lecho entero—si lo tiene,—y al siguiente día, al acompañarle hasta la puerta le da las gracias por la preferencia de que ha sido objeto.


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Publicado el 22 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Una Familia

Guy de Maupassant


Cuento


Iba a volver a ver a mi amigo Simón Radevin, que no había visto desde hacía quince años. En otros tiempos fue mi mejor amigo, el amigo de mis pensamientos, aquél con el que se pasan las largas veladas tranquilas y alegres, aquél a quien se le cuentan las cosas íntimas del corazón, por el que se encuentran, charlando dulcemente, las ideas raras, finas, ingeniosas, delicadas, nacidas de la simpatía misma que excita el ingenio y le hace desarrollarse a gusto. Durante muchos años no nos habíamos separado nunca. Habíamos vivido, viajado, soñado, imaginado juntos, habíamos amado las mismas cosas y con un mismo amor, admirado los mismos libros, comprendido las mismas obras, vibrado con las mismas sensaciones, y tan frecuentemente nos habíamos reído de los mismos seres, que nos comprendíamos sólo con intercambiar una mirada.

Luego él se había casado. Se había casado de repente con una chiquilla de provincia que había llegado a París para encontrar novio. ¿Cómo pudo aquella pequeña rubita, delgada, de manos fofas, de ojos claros y vacíos, de voz fresca y necia parecida a cien mil muñecas casaderas, atrapar a aquel chico inteligente y fino? ¿Quién puede comprender esas cosas? Él había esperado sin duda la felicidad, una felicidad sencilla, dulce y continuada entre los brazos de una mujer buena, tierna y fiel; y había entrevisto todo eso en la mirada transparente de aquella chiquilla de cabellos pálidos. No pensó que el hombre activo, vivo y vibrante, se cansa de todo tan pronto como constata la estúpida realidad, a menos que se embrutezca hasta el punto de no comprender nada más. ¿Cómo iba a encontrarlo? ¿Aún vivo, espiritual, risueño y entusiasta, o bien adormecido por la vida provinciana? ¡Un hombre puede cambiar tanto en quince años!


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5 págs. / 9 minutos / 45 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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