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Los Hijos del Sol

Abraham Valdelomar


Cuentos, Colección


Los Hermanos Ayar

El gran aposento incaico era de piedra, finamente labrado, y sus grises paredes de sillería estaban decoradas por chapas de oro y nichos en forma de alacenas, en las cuales brillaban innumerables objetos de oro representando animales fantásticos, y vistosos huacos, hechos de arcilla, dibujados con variadas figuras mitológicas. Contenían unos, polvos de colores, illas o piedras bezoares que se crían en el vientre de los llamas, amuletos contra la melancolía, remedios infalibles contra los venenos y las enfermedades. Guardaban otros, cubiertos con transparentes velos, la chicha preparada por las doncellas nobles. Corría por lo alto de toda la pieza y resaltaba entre los sombríos muros y las gruesas vigas que apoyaban la pajiza techumbre una cornisa de oro en la que se veían esculpidas serpientes y cabezas de pumas. Frente a la gran puerta de entrada que, a manera de trapecio, tenía el dintel más estrecho que el umbral y de la cual pendía un tapiz de lana de vicuña con figuras de colores, se alzaba el trono de oro macizo, banquillo trabajado y repujado con primor, a manera de dragón, incrustado de piedras preciosas y puesto encima de una gradería elevada y de un estrado rectangular.

En los escalones del trono, y como indicio de que el noble acababa de levantarse, yacía descuidadamente un aterciopelado manto de pieles de murciélago.

Un indio, vestido con el resplandeciente cumbi y las tornasoladas plumas de la servidumbre imperial, quemaba en un rincón de la pieza maderas fragantes y hierbas aromáticas en ancho brasero de plata que representaba monstruos marinos. Cubría las recias y cuadradas losas del pavimento una alfombra finísima hecha de pelo de alpaca.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 3.025 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Alfarero

Abraham Valdelomar


Cuento


Su frente ancha, su cabellera crecida, sus ojos hondos, su mirada dulce. Una vincha de plata ataba sobre las sienes la rebelde cabellera. Sencillo era su traje y apenas en la blanca umpi de lana un dibujo sencillo, orlaba los contornos. Nadie había oído de sus labios una frase. Sólo hablaba a los desdichados para regalarles su bolsa de cancha y sus hojas de coca. Vivía fuera de la ciudad en una cabaña. Los Camayoc habían acordado no ocuparse de él y dejarle hacer su voluntad inofensiva para el orden del imperio. De vez en cuando encargábanle un trabajo o él mismo lo ofrecía de grado para el Inca o para el servicio del Sol. Las gentes del pueblo lo tenían por loco, su familia no le veía y él huía de todo trato. Trabajaba febrilmente. Veíasele a veces largas horas contemplando el cielo. Muchos de los pobladores encontrabánle solo, en la selva, cogiendo arcilla de colores u hojas para preparar su pintura, o cargando grandes masas de tierra para su labor. Pero nadie veía sus trabajos.

Nadie jamás había entrado a su cabaña. Una vez un Curaca le mandó a su hijo para que aprendiera a su lado el noble y difícil arte de la alfarería. El muchacho era despierto y alegre. Tenía afán creciente por aprender, y labró su primera obra. Pero cuando más contento estaba el Curaca, recibió un día a su hijo despavorido. Temblaba el niño, todo lleno de barro, y sólo musitaba temeroso y con los ojos desmesurados.

–¡Supay! ¡Supay! ¡Supay!


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 2.275 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Mariscala

Abraham Valdelomar


Novela corta, historia, crónica


Introducción

Doña Francisca de Zubiaga y Bernales de Gamarra, cuya vida refiere y comenta Abraham Valdelomar, en la Ciudad de los Reyes del Perú - MCMXIV.

OFRENDA:

A la Imperial Ciudad incaica, nido de cóndores y de leyendas, hija predilecta del Sol, en cuyos palacios de piedra y de oro se deslizó la vida de magníficos señores; donde vive aún, a través de tantas desventuras, junto a la dulce melancolía de las quenas, la indómita soberbia de la Raza; a la Ciudad del Cusco, cuna de tan gran mujer, dedica estas páginas, el autor.

A. V.


Esta Mujer nacida para grandes destinos, que en el ostracismo entregara su espíritu a Dios, es una de las más completas figuras en nuestra incipiente nacionalidad. Su vida fue corriente tumultuosa de vibraciones sonoras, de inextinguibles energías. Gobernó a hombres, condujo ejércitos, sembró odios, cautivó corazones; fue soldado audaz, cristiana fervorosa; estoica en el dolor, generosa en el triunfo, temeraria en la lucha. Amó la gloria, consiguió el poder, vivió en la holgura, veló en la tienda, brilló en el palacio y murió en el destierro. Religiosa, habría sido Santa Teresa; hombre, pudo ser Bolívar.


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Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 338 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Paraca

Abraham Valdelomar


Cuento


I

La Muerte, que tiene llave de todas las casas, y sede en todos los pueblos, no gustaba, al parecer, de San Andrés, la aldea que está al sur de Pisco. Cuando por allí pasaba, era entre una y otra cosecha, y no se hospedaba más de una noche, que después nadie oía hablar de ella. Así, en la aldea de pescadores, morían los viejos longevos, mansamente, como suelen quedarse, a veces dormidos bajo las higueras. Miedo tenía la taimada de entrar en el pueblo, pues no hacía su industria porque a la puerta de cada choza duerme siempre una tortuga, y es sabido que la muerte para vencer a una tortuga ha de menester más de un siglo.

Pero no pudiendo vivir en la aldea, establecióse en las peñas del "Boquerón", que es una punta de tierra terminada en rocas dentro de la mar. Allí, donde las aguas se arremolinan con violencia, hay una corriente impetuosa; y allí, en la roca del centro, está siempre sentada, con su guadaña filuda y estivando los botes que pasan, con malicia e impaciencia de pescador. Y así acaece que cuando "la paraca" lleva por su dominio alguna frágil navecilla, la Intrusa, que está alerta, ¡zas! le tira la guadaña, sumerge la embarcación y pesca de golpe, cinco o seis vidas. Por eso sus hazañas están unidas al recuerdo de "la paraca", aquel viento trágico del sur, durante el cual no salen al mar los pescadores. Sacan sus botes sobre la arena de la orilla, y alineados esperan que pase el viento; y si hay algunos en el mar, los parientes y amigos aguardan inquietos el retomo, las viejas rezan, y los muchachos abren tremendos ojos buscando en el horizonte el volar de las velas triangulares y blancas como alas.


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 495 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Palacio de Hielo

Abraham Valdelomar


Cuento


I

–¿Quieres un cuento oriental en el que pasen caravanas de fetiches sedientos, caballeros en arqueados dromedarios hacia espejismos de plata líquida, o prefieres un cuento ruso de la Perspectiva Nevski o de las desiertas estepas. O la famosa leyenda del Palacio del Hielo o un amor inédito de Catalina II?...

Puedo contarte una escena florentina, un amor en góndola en Venecia, un motivo germano o un cuento turco. Si prefieres oirás una venganza de la vieja Bohemia, una crónica de Albión o una noche del Molino Rojo ilustrada con minués y colombinas.

Puedes ir en mi relato a los campos en flor de Niza, al tapete verde de Montecarlo o a un bosque de Pierre Loti con gheisas y guerreros, lotos, anémonas y crisantemos. Jardines con ciruelos rojos como labios de mujer y árboles, enguirnaldados en rosa. O te agrada la leyenda del rey de Ys, y los amores de Dahnt... ¿Grecia?. Te diré de los bosques de Hircania con afroditas y anadyomenas o será de Roma, el capitolio y los gladiadores de miradas glaucas y nervudos brazos.

Si quieres te contaré de Pompeya con sus frescos clásicos y enervantes, leyendas de Petronio, capiteles de Praxiteles, bajorrelieves eróticos de Fidias y versos sálmicos de Aristipo. Ya sabes tú que he bebido sangre de las vides de Chipre y del Rhin. Que he pensado a la sombra de la esfinge y he subido las escalinatas en mármol de los palacios egipcianos. He visto perderse las líneas del horizonte sobre la mar verde del Adriático y he subido los alpes nevados...

–Prefiero algo ruso, refinado y sangriento...

Y dije:

...fue en un Sahara de hielo. Una larga extensión de millares de leguas sin vegetación donde los hielos jamás se derretían, donde ni se veía salir, ni se ponía el sol. Una claridad velada anunciaba la hora máxima y el gruñir de osos y lobos hambrientos anunciaba la noche.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 582 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Beso de Evans

Abraham Valdelomar


Cuento


(Cuento cinematográfico)

I

8 de agosto - 12 m.


–Alice... A...li...ce...

Los médicos acercan un espejo a sus labios. La soeur coloca en su pecho un pálido Cristo de marfil. El doctor Barcet abandona el pulso del enfermo. Evans Villard ha dejado de ser...

II

Había sido un hombre a la moda. Durante mucho tiempo, desde que su viaje a la India lo consagró como hombre de buen gusto, sus libros corrieron por las cinco partes del mundo. Después todos fueron triunfos. Medalla en la academia. Traducción de sus libros. Legión de honor. Reemplazó a Mr. Salvat en la primera columna de L'Echo. Fue en la embajada de El Cairo. Exquisito gusto, admirable cultura, irreprochable elegancia, ciertas óptimas condiciones orgánicas naturales, parisiense, apasionado, con un bigote discreto, Villard lo fue todo. En el Jockey Club, en el Casino, en los cabarets, en los bailes, la misma respuesta decidía el éxito del buen tono:

–¡Va a venir Evans Villard!...


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 675 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Camino Hacia el Sol

Abraham Valdelomar


Cuento


Se ve al final de esta leyenda señorear sobre las momias sepultas la serenidad; e intervienen en su desarrollo, cosas inefables e infinitas: la Fe, el Amor, el Mar, el Crepúsculo y la Muerte dueña y señora de todo lo que existe y anima.

I

Cuando Sumaj, con esa reposada placidez que da el descanso de una labor tenaz, cantando un airecillo dulce volvía a la ciudad, desde la tierra que le fuera acordada para su matrimonio con Inquill; declinaba el Sol. Cruzábase en el camino a cada instante con los labradores que, como él, tomaban de la faena agreste, apartábanse un poco, inclinaban la cabeza, y decíanle en tono respetuoso:

–Viracochay...

Así llegó a la ciudad y a la calle del Oro que descendiendo, estrecha y recta, iba a terminar en la plaza del Sol. Desde allí se dominaba la población, y Sumaj pudo ver un espectáculo inusitado en el Imperio. Una muchedumbre, en la cual distinguía trajes de todos los linajes, invadía la Intipampa. Algo grave debía ocurrir. Apuró el paso, y al desembocar en la plaza un clamor se elevó en todos los labios y todos los ojos se fijaron en la calle del Norte, donde apareció la figura de un chasqui, que avanzaba de prisa.

–¡Otro Chasqui! ¡Otro Chasqui!


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16 págs. / 29 minutos / 460 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Ciudad Muerta

Abraham Valdelomar


Cuento, novela corta


Dedicatoria

A don Juan Bautista de Lavalle, enamorado de las glorias viejas, intérprete de los lienzos antiguos, admirador religioso de todo lo que el tiempo ha deshojado y ha tornado triste y marchito, dedico estas páginas escritas sobre una ciudad de ruinas. Sea bondadoso con ellas.


A. V.

Le passé...

Le passé, c’est un second coeur qui bat en nous…
Il bat. Quand le silence en nous se fait plus fort
cette pulsation mystérieuse est là
qui continue… Et quand on rêve il bat encor,
et quand on souffre il bat, et quand on aime il bat…
Toujours ! C’est un prolongement de notre vie…

Henry Bataille

I. En el Ática

sobre el mar de Río de Janeiro,
Brasil, febrero 12 de 1911.


Adorable Francy:

Todavía me arrepiento de haber dejado bajar a tierra a ese hombre, pero le echo la culpa a la luna. Es ella la cómplice de todos los crímenes y, en muchos casos, la instigadora. Esté usted segura, mi adorable Francinette, que cuando ella tiene esas notas de luz casi verdes como si se copiara a través de una falsa esmeralda, algo extraño está pasando sobre la tierra. Yo soy médico y he podido observar el efecto de esas nubes de luna en esos enfermos de locura y en los alucinados, en los criminales, en los neuróticos, en los artistas. En los artistas sobre todo.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 324 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Poesía Completa

Abraham Valdelomar


Poesía


Ha vivido mi alma…

Ha vivido mi alma en las Edades viejas
en un guerrero heroico y un galán trovador,
y en gentiles mancebos de enroscadas guedejas
enamorada siempre de una prohibición.

Mi alma fue de Tartufo, en un ídolo pagano,
de un impúber de Lesbia, de un fauno y de un bufón;
vivió dentro del cuerpo de un gladiador romano,
y en el cuerpo caduco de un viejo Faraón.

Ha vivido en las aguas y ha vivido en las rosas,
ha vivido en los hombres y ha vivido en las cosas,
buscando siempre amor.

Irá hacia un país lejano de sátiros traviesos
y de labios de sangre que conviertan en besos
las cosas que no son…

Y vivirá mi alma en las futuras
sintiendo las saetas de nuevas desventuras,
en una larga, triste, cruel peregrinación…

Los pensadores vencidos…

Para José Gálvez.


… Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora…
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

… Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora…

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas…

Pasan sátiras, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles…


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Dominio público
49 págs. / 1 hora, 26 minutos / 367 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

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