Textos más populares este mes de Abraham Valdelomar etiquetados como Cuento disponibles | pág. 4

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autor: Abraham Valdelomar etiqueta: Cuento textos disponibles


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La Ciudad Muerta

Abraham Valdelomar


Cuento, novela corta


Dedicatoria

A don Juan Bautista de Lavalle, enamorado de las glorias viejas, intérprete de los lienzos antiguos, admirador religioso de todo lo que el tiempo ha deshojado y ha tornado triste y marchito, dedico estas páginas escritas sobre una ciudad de ruinas. Sea bondadoso con ellas.


A. V.

Le passé...

Le passé, c’est un second coeur qui bat en nous…
Il bat. Quand le silence en nous se fait plus fort
cette pulsation mystérieuse est là
qui continue… Et quand on rêve il bat encor,
et quand on souffre il bat, et quand on aime il bat…
Toujours ! C’est un prolongement de notre vie…

Henry Bataille

I. En el Ática

sobre el mar de Río de Janeiro,
Brasil, febrero 12 de 1911.


Adorable Francy:

Todavía me arrepiento de haber dejado bajar a tierra a ese hombre, pero le echo la culpa a la luna. Es ella la cómplice de todos los crímenes y, en muchos casos, la instigadora. Esté usted segura, mi adorable Francinette, que cuando ella tiene esas notas de luz casi verdes como si se copiara a través de una falsa esmeralda, algo extraño está pasando sobre la tierra. Yo soy médico y he podido observar el efecto de esas nubes de luna en esos enfermos de locura y en los alucinados, en los criminales, en los neuróticos, en los artistas. En los artistas sobre todo.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 330 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

El Cantor Errante

Abraham Valdelomar


Cuento


Chasca avanzaba silenciosamente por el borde de los sembríos. El cielo principiaba a oscurecer. El Sol habíase dormido sobre el mar lejano, y él debía estar en el Castillo entrada la noche. Tenía prisa para poder hacer la caminata en seis horas. Como tuviera que saltar muchas vallas, Chasca salió de los sembrados y se internó por su sendero poco traficado; sin embargo iba encontrándose en el camino con gañanes rezagados que caminaban a prisa, temerosos de llegar a sus terrados demasiado tarde.

Bien pronto tuvo que ocultarse para no encontrarse con un grupo numeroso que comentaba la cacería de Makta-Sumac. Los hombres acaloradamente discutían y hablaban de los destinos y de los oráculos, Chasca salió cuando hubo pasado el último quechua. Ya era de noche y el silencio reinaba en todo el Imperio. El viejo guerrero caminaba de prisa. Tenía que concluir el sendero y cortar luego hacia el lado del río, luego subir por el camino de la orilla hasta el puente y pasarlo, para internarse en el vallecito en cuyo fondo se elevaba el castillo del noble joven.

Al acercarse al río, principió a percibirse el ruido del agua desgarrándose entre los peñascales y, serpenteando entre ese ruido, un eco apenas perceptible, suave como un suspiro, el eco de una música lejana. Chasca no reparó; mas, a medida que se acercaba a la caja del río, las notas, entre el ruido rocalloso, se hacían más perceptibles. Era como un quejido sin reproches, un dulce lamento, un dolor supremo e inconsolable, que llegaba a los ojos y les robaba lágrimas, que se filtraba entre los huesos y abría el pecho a todos los dolores pasados.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 326 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Ciudad Sentimental

Abraham Valdelomar


Cuento


Yo tengo miedo negro de las cosas;
las cosas en la noche tienen miedo.
Cuando voy por las calles, misteriosas
sombras no puedo atravesar, no puedo!

César A. Rodríguez


A Servando Gutiérrez: bienvenida.


Si yo os digo: anoche me han asaltado, me preguntaréis todos: ¿quién? A ninguno se le ocurrirá esta pregunta: ¿qué cosa? Porque no se concibe que a un hombre que va a media noche por la calle de Guadalupe, taciturno, con anteojos, rumiando una idea nueva y con un cigarrillo agonizante en los carnosos labios desencantados, le asalte una cosa, una idea, un recuerdo, un mal pensamiento. ¿Ha de asaltarte, necesariamente un bandido? No. Yo no temo a los bandidos salteadores de las calles de Lima porque no llevo nunca más dinero que ellos.

Temo a otros salteadores, a los que nos roban el precioso tesoro de las ideas. No conozco sino una diferenciación entre el Bien y el Mal; lo Perfecto y lo Imperfecto. Todo lo que hay en un cuerpo, en un organismo, en una idea o en un sentimiento, de bello, es el Bien; todo lo que hay de imperfecto es el Mal. por eso los más artistas son los más buenos. Los malos odian la Belleza.

El mal es poliforme. ¡Con cuántos trajes, con cuántos rostros, con cuántas cosas se disfraza! Es menester conocer el mal, saber cuáles y cuántas son sus trapacerías y los medios de que dispone, para evitarlo y vencerlo. Siempre el mal se ensaña en lo que más amamos, en lo más íntimo, en lo más bueno. Nuestro ángel tutelar nos ofrece siempre nuevas ideas, como una abuelita cariñosa nos ofrecía de niños un juguete o una fruta madura. Y allí está el mal para quitámosla.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 226 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Los Chin-Fú-Tón

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La historia de los hambrientos desalmados


(Cuento chino)


Caminando, pausadamente, por la avenida de los melocotoneros y ciruelos que va desde la Gran Portada hasta el sagrado rincón donde se venera, bajo los floridos ramajes, la Grande, Divina y Noble figura de Buda, a la hora del Crepúsculo, encontramos a nuestro paso, mi anciano tío y yo, a muchos transeúntes. Pasaban viejos de enorme abdomen, cansados bajo el peso de sus múltiples ropajes; jóvenes que canturreaban canciones rituales; mujeres que con la mirada baja acusaban su estado matrimonial, y ciertos individuos, que caminaban con la cabeza levantada, insolentes, ostentando ricos vestidos, con la demacrada palidez que produce el uso del a-pi-hin, o sea el opio de la primera cosecha de amapolas, y por lo cual el más caro; y hube de interrogar a mi bueno y anciano tío sobre tales gentes, que parecían ser muy reverenciadas:

–Mi tío y gran señor, podrás decirme ¿quién es este señor que te saluda?

–Es un chin-fú-tón. Habrás observado que no le he contestado.

A poco pasó otro y dijo a mi tío:

–Buda te proteja, Gran Señor y conserve el largo de tus uñas curvas y transparentes, el color de tus mejillas que parecen a la flor del cáñamo que se copia en la tranquila corriente del lago azul...

–Y a ti el demonio te lleve a Chin Gau, se apodere de tu alma y seas vendedor de cuyes en los siete cielos, y te escupa un leproso, y te pida limosna tu mujer, asquerosa culebra, le respondió mi tío iracundo.

Yo me atreví a volver a interrogarle:

–Quién es este hombre, Gran Señor y Tío que así te saluda?...

–Es otro chin-fú-ton.

–Y quiénes son estos chin-fú-tón, Gran Señor? Son una secta? Una casta social? Un grupo político? Acaso profesores de la Academia?...

Mi tío respondió:


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 168 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Peligro Sentimental

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La causa de la ruina de Siké


(Cuento chino)


Cuando Chin-Fú quedó divorciado, realizó todos los arrozales que constituyeran su heredad y decidió viajar, en compañía de un leal servidor, por todas las aldeas de la China, presa de una cruel neurastenia. En los largos y pesados caminos, ya fuera en sillas cargadas por moghines, o en las canoas de paja, a la sombra de quitasoles leves, bordeando los canales, ensayó todos los medios de olvido: leyó los tres primeros libros del Ayu-Say, donde el filósofo Meng narra la adorable infantilidad de Confucio, pero se le caía el libro de las manos; buscó de intrigar su fantasía con los cuentos picantes de Son-Vi-Hin, pero los arrojaba luego; un día bebió aguardiente de arroz hasta que sus piernas claudicaron y en su rostro encendido los ojos vidriosos durmieron bajo los párpados pesados; otro día bebió la miel del junco amarillo hasta perder la razón; luego aspiró el api-yin de Benarés hasta convertirse en un semidiós, pero pasados los instantes del delirio, la cruel herida de su amor sepultado se reabría nuevamente para sangrar con persistencia lacerante. Entonces pensó en hacerse curar con un sabio famoso, Fan-Sa, hondo sicólogo que habitaba como un eremita en las desoladas ruinas de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín.

Hacia las ruinas de la gran aldea encaminó sus pasos el joven desconsolado y una noche, después de muchas, cuando las adormideras florecían, Chin-Fú llegó a las puertas de la muerta ciudad, donde todo lo que fuera algún día magnificencia, poderío y cortesanas galas, había desaparecido. Chin-Fú, que tenía ánima sensible, se interesó por las minas, y, llegado que hubo a la ermita de Fan-Sa, el sabio, conversó con él de esta manera:


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 143 visitas.

Publicado el 3 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

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