Textos más populares esta semana de Abraham Valdelomar etiquetados como Cuento | pág. 4

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autor: Abraham Valdelomar etiqueta: Cuento


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Las Vísceras del Superior

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La historia de la poca vergüenza


(Cuento chino)


Había en un lejano rincón de China, allí por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín, cierta gran aldea llamada Siké, regida por mandarines, en la cual acaeció la historia que te voy a referir, Rolando, a condición de que la retengas en tu privilegiada memoria –pues la memoria es el principal auxiliar para los que han de gobernar a los pueblos– y tú Rolando, tienes delante de ti grandes expectativas y todas las puertas abiertas, excepto las de la cárcel, que serán para tus víctimas.


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4 págs. / 7 minutos / 213 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Historia de una Vida Documentada y Trunca

Abraham Valdelomar


Cuento


Cómo se suicidó Garatúa

–¡Azar!, gritó la voz cavernosa del chino. Y su garra, tirante y ávida, enflaquecida por el opio y ciertos pecados orgánicos, echóse sobre el puñado de monedas. Allí, en la pomposa compañía de libras, soles, medios soles y billetes, fueron anónimos, casi vergonzantes, las dos últimas pesetas de Gerónimo.

Él no tuvo gesto alguno de indignación. Aceptaba serenamente la fuerza del Destino. Más que a probar fortuna, había ido a jugar para constatar su mala estrella. Era lo único que no había hecho en su vida: jugar. Iba a suicidarse y no quería realizar esta disposición desesperada sin haber buscado todos los caminos. Él había adulado -método eficacísimo-; él había sido desde inspector de colegio hasta cronista de periódico; había debido; había convidado; había sido orador político en las plazuelas y los clubs; había tenido amigos en todas partes, y sin embargo todo ello había tenido una sola coronación: el fracaso. Se suicidaba después de haber tocado todas las puertas. Antes de haber arrojado sus dos pesetas sobre el tapete, al presentarse ante Dios, con la venia del portero barbudo, Dios podría haber tenido que increparle, pero ahora cuando él se presentase ante el Gran Arquitecto, éste le preguntaría:

–¿Por qué te has suicidado?

–Porque todo me salía mal.

–¿Pero por qué no jugaste? Si hubieras jugado...

Pero ahora el del triángulo y la paloma no podría objetar. Gerónimo quería tener la satisfacción de verlo perplejo. Porque, ¿qué le podría decir Dios?


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11 págs. / 20 minutos / 177 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Los Chin-Fú-Tón

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La historia de los hambrientos desalmados


(Cuento chino)


Caminando, pausadamente, por la avenida de los melocotoneros y ciruelos que va desde la Gran Portada hasta el sagrado rincón donde se venera, bajo los floridos ramajes, la Grande, Divina y Noble figura de Buda, a la hora del Crepúsculo, encontramos a nuestro paso, mi anciano tío y yo, a muchos transeúntes. Pasaban viejos de enorme abdomen, cansados bajo el peso de sus múltiples ropajes; jóvenes que canturreaban canciones rituales; mujeres que con la mirada baja acusaban su estado matrimonial, y ciertos individuos, que caminaban con la cabeza levantada, insolentes, ostentando ricos vestidos, con la demacrada palidez que produce el uso del a-pi-hin, o sea el opio de la primera cosecha de amapolas, y por lo cual el más caro; y hube de interrogar a mi bueno y anciano tío sobre tales gentes, que parecían ser muy reverenciadas:

–Mi tío y gran señor, podrás decirme ¿quién es este señor que te saluda?

–Es un chin-fú-tón. Habrás observado que no le he contestado.

A poco pasó otro y dijo a mi tío:

–Buda te proteja, Gran Señor y conserve el largo de tus uñas curvas y transparentes, el color de tus mejillas que parecen a la flor del cáñamo que se copia en la tranquila corriente del lago azul...

–Y a ti el demonio te lleve a Chin Gau, se apodere de tu alma y seas vendedor de cuyes en los siete cielos, y te escupa un leproso, y te pida limosna tu mujer, asquerosa culebra, le respondió mi tío iracundo.

Yo me atreví a volver a interrogarle:

–Quién es este hombre, Gran Señor y Tío que así te saluda?...

–Es otro chin-fú-ton.

–Y quiénes son estos chin-fú-tón, Gran Señor? Son una secta? Una casta social? Un grupo político? Acaso profesores de la Academia?...

Mi tío respondió:


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4 págs. / 7 minutos / 167 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Whong-Fau-Sang

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La torva enfermedad tenebrosa


(Cuento chino)


Entre los más graves defectos que ensombrecían el alma de los habitantes de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín, existía uno llamado Wingfan, o sea "la torva enfermedad tenebrosa", que corresponde a lo que los occidentales llaman a la envidia. Era esta enfermedad lacerante epidemia mortal, más terrible que la peste negra, y contra la cual eran vanos los remedios de los médicos y todos los consejos profundos y sabios del los filósofos. El gran señor Confucio en su libro rebosante de sabiduría y admirable de sana y paciente erudición Fon-tin-góo o sea El tratado de las humanas pasiones, dice refiriéndose a la envidia: "Juntad en un año la peste, la sequía, el hambre, el látigo de los chon, la caracha, la tempestad, la pestilencia, la lepra negra, el granizo en la cosecha de arroz, las frases del blasfemo, la carne de toro, y el beso de la vieja desdentada, juntadlas en un año y siempre quedarán veinte hombres vivos; pero con una frase de un minuto dicha por uno que tenga "la torva enfermedad tenebrosa" no quedará una sola reputación limpia.


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3 págs. / 6 minutos / 148 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Peligro Sentimental

Abraham Valdelomar


Cuento


o sea
La causa de la ruina de Siké


(Cuento chino)


Cuando Chin-Fú quedó divorciado, realizó todos los arrozales que constituyeran su heredad y decidió viajar, en compañía de un leal servidor, por todas las aldeas de la China, presa de una cruel neurastenia. En los largos y pesados caminos, ya fuera en sillas cargadas por moghines, o en las canoas de paja, a la sombra de quitasoles leves, bordeando los canales, ensayó todos los medios de olvido: leyó los tres primeros libros del Ayu-Say, donde el filósofo Meng narra la adorable infantilidad de Confucio, pero se le caía el libro de las manos; buscó de intrigar su fantasía con los cuentos picantes de Son-Vi-Hin, pero los arrojaba luego; un día bebió aguardiente de arroz hasta que sus piernas claudicaron y en su rostro encendido los ojos vidriosos durmieron bajo los párpados pesados; otro día bebió la miel del junco amarillo hasta perder la razón; luego aspiró el api-yin de Benarés hasta convertirse en un semidiós, pero pasados los instantes del delirio, la cruel herida de su amor sepultado se reabría nuevamente para sangrar con persistencia lacerante. Entonces pensó en hacerse curar con un sabio famoso, Fan-Sa, hondo sicólogo que habitaba como un eremita en las desoladas ruinas de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín.

Hacia las ruinas de la gran aldea encaminó sus pasos el joven desconsolado y una noche, después de muchas, cuando las adormideras florecían, Chin-Fú llegó a las puertas de la muerta ciudad, donde todo lo que fuera algún día magnificencia, poderío y cortesanas galas, había desaparecido. Chin-Fú, que tenía ánima sensible, se interesó por las minas, y, llegado que hubo a la ermita de Fan-Sa, el sabio, conversó con él de esta manera:


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3 págs. / 5 minutos / 142 visitas.

Publicado el 3 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

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