Textos más populares este mes de Alejandro Dumas etiquetados como Novela | pág. 3

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autor: Alejandro Dumas etiqueta: Novela


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La Guerra de las Mujeres

Alejandro Dumas


Novela


I. La cita en medio del río

En otro tiempo se elevaba un hermoso pueblo de blancas casas y rojizos techos, casi encubiertos por los tilos y las hayas, a muy poca distancia de Liburnia, alegre villa que se refleja en las rápidas aguas del Dordoña, entre Fronsac y San Miguel de la Rivera. Por entre sus casas, simétricamente alineadas, pasaba el camino de Liburnia a San Andrés de Cubzac, formando la única vista que disfrutaban aquéllas. A poco más de cien pasos de una de estas hileras de casas, se extiende serpenteando el río, cuya anchura y poderío empiezan a anunciar, desde aquel sitio, la proximidad del mar.

Pero la guerra civil había estampado sus desoladoras huellas en aquel país, destruyendo las árboles y los edificios, expuestos a todos sus caprichosos furores; y no pudiendo huir, como lo hicieran sus habitantes, se deslizaron poco a poco sobre los céspedes, protestando a su modo contra la barbarie de las revoluciones intestinas; empero la tierra, que sin duda ha sido creada para servir de tumba a todo cuanto fue, ha ido cubriendo lentamente el cadáver de aquellas casas, tan graciosas y alegres en otro tiempo; la hierba ha brotado sobre aquel suelo ficticio, y el viajero que hoy camina por la senda solitaria, no podrá sospechar al ver aparecer sobre los montecillos desiguales, alguno de esos numerosos rebaños tan comunes en el mediodía; que ovejas y pastores huellan indiferentes el cementerio en que reposa una aldea.


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Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Hija del Marqués

Alejandro Dumas


Novela


I. Los voluntarios del 93

El 4 de junio de 1793 salían de París, por la puerta de la Villette, dos coches de posta, uno de ellos tirado por cuatro caballos y el otro por dos.

Dado los tiempos que corrían, era un gran lujo que dos coches de posta saliesen de París sin más explicaciones.

Del segundo coche, una especie de calesa descubierta, lo que por otra parte indicaba que las tres personas que la ocupaban nada tenían que temer de la policía, salió un hombre de unos cuarenta y cinco a cuarenta y seis años, vestido totalmente de negro y, cosa extraordinaria en aquel entonces, con calzón corto y corbata blanca.

Por ello, su sola presencia avivó la curiosidad de la guardia, que le rodeó, sin prestar atención a los dos o tres viajeros, que permanecieron en el interior y que llevaban el uno el uniforme de sargento del ejército voluntario y el otro el de ciudadano, es decir, gorro rojo y chaquetilla. Pero apenas el hombre vestido de negro hubo enseñado sus documentos, el círculo creado a su alrededor se disolvió, después de haber echado una rápida mirada, puramente rutinaria, al interior del primer coche y levantar la lona que lo cubría.

Evidentemente, en este hombre vestido de negro habrán reconocido mis lectores a Monsieur de París, quien se dirigía hacia Chálons con el segundo de sus ayudantes, llamado Legros, y el hijo de uno de sus amigos, llamado León Milcent, sargento de voluntarios, para entregar una bella guillotina, totalmente nueva, a los «maratistas», del estado del Mame que iba a inaugurarse y quizá pusiese en movimiento el verdugo de París en persona.


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358 págs. / 10 horas, 28 minutos / 147 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Caballero de la Casa Roja

Alejandro Dumas


Novela


I. LOS VOLUNTARIOS

Era la noche del 10 de marzo de 1793.

En Notre Dame acababan de sonar las diez, y cada hora, descolgándose como un pájaro nocturno lanzado desde un nido de bronce, había volado triste, monótona y vibrante.

Sobre París había descendido una noche fría y brumosa.

El mismo París no era en absoluto el que conocemos, deslumbrante en la noche por mil luces que se reflejan en su fango dorado; era una ciudad avergonzada, tímida y atareada, cuyos escasos habitantes corrían para atravesar de una calle a otra.

Era, en fin, el París del 10 de marzo de 1793.

Tras algunas palabras sobre la extrema situación que había ocasionado este cambio en el aspecto de la capital, pasaremos a los acontecimientos cuyo relato es el objeto de esta historia.

A causa de la muerte de Luis XVI, Francia había roto con toda Europa. A los tres enemigos con los que había combatido al principio, Prusia, el Imperio y d Piamonte, se habían unido Inglaterra, Holanda y España. Sólo Suecia y Dinamarca, atentas al desmembramiento de Polonia realizado por Catalina II, conservaban su neutralidad.

La situación era alarmante. Francia, temida como potencia física, pero poco estimada como potencia moral tras las masacres de septiembre del 21 de enero, estaba literalmente bloqueada por toda Europa, como una simple ciudad. Inglaterra se hallaba en las costas, España en los Pirineos, el Piamonte y Austria en los Alpes, Holanda y Prusia en el norte de los Países Bajos, y en un solo punto, entre el Rin y el Escalda, doscientos cincuenta mil soldados avanzaban contra la República.


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228 págs. / 6 horas, 40 minutos / 206 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Caballero de Harmental

Alejandro Dumas


Novela


I. EL CAPITÁN ROQUEFINNETTE

Cierto día de Cuaresma, el 22 de marzo del año de gracia de 1718, un joven caballero de arrogante apariencia, de unos veintiséis o veintiocho años de edad, se encontraba hacia las ocho de la mañana en el extremo del Pont Neuf que desemboca en el muelle de L’École, montado en un bonito caballo español.

Después de media hora de espera, durante la que estuvo interrogando con la mirada el reloj de la Samaritaine, sus ojos se posaron con satisfacción en un individuo que venía de la plaza Dauphine.

Era éste un mocetón de un metro ochenta de estatura, vestido mitad burgués, mitad militar. Iba armado con una larga espada puesta en su vaina, y tocado con un sombrero que en otro tiempo debió de llevar el adorno de una pluma y de un galón, y que sin duda, en recuerdo de su pasada belleza, su dueño llevaba inclinado sobre la oreja izquierda. Había en su figura, en su andar, en su porte, en todo su aspecto, tal aire de insolente indiferencia, que al verle el caballero no pudo contener una sonrisa, mientras murmuraba entre dientes:

—¡He aquí lo que busco!

El joven arrogante se dirigió al desconocido, quien viendo que el otro se le aproximaba, se detuvo frente a la Samaritaine, adelantó su pie derecho y llevó sus manos, una a la espada y la otra al bigote.

Como el hombre había previsto, el joven señor frenó su caballo frente a él, y saludándole dijo:

—Creo adivinar en vuestro aire y en vuestra presencia que sois gentilhombre, ¿me equivoco?

—¡Demonios, no! Estoy convencido de que mi aire y mi aspecto hablan por mí, y si queréis darme el tratamiento que me corresponde llamadme capitán.

—Encantado de que seáis hombre de armas, señor; tengo la certeza de que sois incapaz de dejar en un apuro a un caballero.

El capitán preguntó:

—¿Con quién tengo el honor de hablar, y qué puedo hacer por vos?


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239 págs. / 6 horas, 58 minutos / 114 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cecilia de Marsilly

Alejandro Dumas


Novela


Introduccion

Era entre la paz de Tilsitt y la conferencia de Erfurth, esto es, cuando se hallaba el esplendor imperial en todo su apogeo.

Una mujer, en traje de mañana, vestida con un largo peinador de muselina de la india, guarnecido de magníficos encajes, al extremo del cual no se divisaba más que la punta de una pequeña zapatilla de terciopelo, y peinada como se estilaba en aquella época, es decir, con el pelo sobre lo alto de la cabeza y la frente rodeada de numerosos bucles castaños, que indicaban, por la regularidad de sus anillos, la obra reciente del peluquero, se hallaba recostada en una larga silla forrada de raso azul, en un lindo gabinete, que era la pieza más retirada de una habitación situada en el piso principal de la calle Taithout, número 11.

Digamos cuatro palabras acerca de la mujer, otras cuatro del gabinete, y luego entraremos en materia.


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204 págs. / 5 horas, 58 minutos / 117 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Bola de Nieve

Alejandro Dumas


Novela


I. Cuarenta grados a la sombra

Como un canto de difuntos de un esplendoroso día de mayo que acaba de borrarse con destino a la eternidad, así se lamentaba la voz triste y sonora del almuédano.

—¡Por Alá! ¡Qué calor hace en Derbent! Sube a la azotea, Kassim, y observa si el sol ya se oculta tras las montañas. ¿Está todo rojo por poniente? ¿Hay alguna nube en el cielo?

—No, tío; hacia el ocaso todo sigue tan azul como los ojos de Kitshina. El sol se acuesta en toda su majestad, como una rosa flamígera incrustada en el pecho del atardecer: ni siquiera su última mirada sobre la tierra dispone de una sutil bruma que traspasar. Ya ha desplegado la noche su abanico de estrellas; ya se ha hecho la oscuridad.

—Sube, sube hasta la azotea, Kassim —exclamó la misma voz—, y fíjate bien, a ver si se desprende el rocío del cuerno de la luna. ¿No se oculta tras el arco iris nocturno, igual que una perla en su irisada concha?

—No, tío; la luna parece flotar en medio de un océano azulado, y baña el mar con lenguas de fuego. Los tejados están tan secos como las estepas del Mogán, y los escorpiones corretean por ellos, tan felices.

—O sea —añadió el viejo, con un suspiro— que mañana hará tanto calor como hoy. Kassim, lo mejor será que tratemos de dormir.

El viejo se durmió y soñó con el dinero que atesoraba. Su sobrina hizo lo propio, pero sus sueños eran los propios de una muchacha de dieciséis años en cualquier lugar del mundo, es decir, tenían más que ver con el amor. Toda la ciudad se entregó al descanso, contemplando en sueños cómo Alejandro Magno construía las murallas que defienden el Cáucaso o forjaba las puertas de hierro de Derbent.

A eso de la medianoche, todo estaba en calma.


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135 págs. / 3 horas, 57 minutos / 186 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Compañeros de Jehú

Alejandro Dumas


Novela


Prólogo

Yo no sé si es muy útil el prólogo que vamos a poner bajo los ojos del lector, y sin embargo no podemos resistirnos al deseo de hacer de él, no el primer capítulo, sino el prefacio de este libro.

Cuanto más adelantamos en la vida, cuanto más progresamos en el arte, tanto más convencidos quedamos de que no hay nada fortuito ni aislado; de que la naturaleza y la sociedad evolucionan por derivación y no por accidente, y de que el suceso, flor alegre o triste, perfumada o fétida, risueña o fatal, que se abre hoy bajo nuestros ojos, tenía su botón en el pasado y sus raíces en días tal vez anteriores a los nuestros, como tendrá su fruto en el porvenir. Joven el hombre, toma el tiempo como viene, enamorado de la víspera, descuidado del día presente, e inquietándose poco por el que viene. La juventud es la primavera con sus frescas auroras y sus hermosas tardes; la tormenta, que alguna vez se esparce por el cielo, estalla, ruge y se desvanece, dejando el firmamento más azul, la atmósfera más pura, y la naturaleza más risueña que antes.

¿De qué sirve reflexionar sobre las causas de esta tormenta que pasa rápida como un capricho, efímera como una fantasía? Antes de que tengamos la respuesta al enigma meteorológico, la tempestad habrá desaparecido.

Pero no sucede lo mismo con esos fenómenos terribles que hacia el fin del verano amenazan nuestras cosechas y en medio del otoño sitian nuestras vendimias; el hombre se pregunta adónde van, se inquieta por saber de dónde vienen, y busca el medio de precaverlos.


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366 págs. / 10 horas, 41 minutos / 76 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Hermanos Corsos

Alejandro Dumas


Novela


… —Se cometen muchos más asesinatos en nuestro país que en todos los demás; pero nunca descubrirá usted una causa innoble en estos crímenes. Es cierto que tenemos muchos asesinos, pero ni un solo ladrón.
… —¿Qué objeto tiene mandarle pólvora a un bribón que la utilizará para cometer crímenes? Sin la deplorable debilidad que todo el mundo parece sentir aquí por los bandidos, hace tiempo que estos habrían desaparecido de Córcega… ¿Y qué ha hecho tu bandido? ¿Por qué crimen se ha echado al monte? —¡Brandolaccio no ha cometido crimen alguno! Mató a Giovan’ Opizzo, que había asesinado a su padre mientras él estaba en el ejército

PROSPER MÉRIMÉE,

Colomba

Querido Mérimée: Permítame tomarle prestado este epígrafe y regalarle este libro. Con todo mi afecto.

ALEXANDRE DUMAS

I

A comienzos de marzo del año 1841, viajé a Córcega.

Nada hay tan pintoresco ni tan cómodo como viajar a Córcega: se embarca uno en Toulon y en veinte horas se planta en Ajaccio, o, en veinticuatro, en Bastia.

Allí se puede uno comprar o alquilar un caballo. Si se alquila, cuesta cinco francos al día; si se compra, ciento cincuenta francos. Y que nadie se ría de lo módico del precio; ese caballo, ya sea alquilado o comprado, hace, como el famoso caballo del gascón que saltaba del Pont Neuf al Sena, cosas que no harían ni Prospero ni Nautilus, aquellos héroes de las carreras de Chantilly y del Champ de Mars.

Se pasa por caminos donde el propio Balmat hubiera utilizado crampones, y por puentes donde Auriol hubiera pedido un balancín.

Por su parte, el viajero no tiene más que cerrar los ojos y dejar que el caballo haga su trabajo: a este le trae sin cuidado el peligro.

Añadamos que con ese caballo que pasa por todas partes, se pueden recorrer quince leguas diarias sin que pida ni de beber ni de comer.


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95 págs. / 2 horas, 46 minutos / 108 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Georges

Alejandro Dumas


Novela


I. LA ISLA DE FRANCIA

¿No te ha sucedido alguna vez, durante una de esas largas, tristes y frías veladas de invierno, que, hallándote sólo con tus pensamientos, oyeras soplar el viento por los pasillos y la lluvia tamborilear en las ventanas? ¿No te ha sucedido que, con la frente apoyada en la chimenea, y mirando, sin ver, las ascuas chisporrotear en el hogar, no te ha sucedido, decía, que sintieras grima por nuestro clima sombrío, nuestro París húmedo y fangoso, y soñaras con un oasis encantado, tapizado de hierba y lleno de frescor, donde, en cualquier estación del año, al borde de un manantial de agua fresca, al pie de una palmera o a la sombra de los yambos, pudieras adormecerte poco a poco entre una sensación de bienestar y languidez?

Pues bien, ese paraíso que soñabas existe; ese edén que ambicionabas te está esperando; ese arroyo que debe acunar tu somnolienta siesta cae en cascada y se convierte en espuma; la palmera que debe albergar tu sueño ofrece a la brisa del mar sus largas hojas, semejantes al penacho de un gigante. Los yambos, cubiertos de frutos irisados, te ofrecen su fragante sombra. Sígueme, ven conmigo.

Ven a Brest, esa ciudad hermana de la comerciante Marsella, centinela armado que vela sobre el océano. Y aquí, de entre el centenar de barcos que se refugian en su puerto, escoge una de esas bricbarcas de fondo estrecho, velas ligeras y mástiles esbeltos, como las de los osados piratas que describe el rival de Walter Scott, el poético novelista de la mar. Justamente estamos en septiembre, el mes propicio para los largos viajes. Sube a bordo del navío al que hemos confiado nuestro destino común, dejemos atrás el verano y boguemos al encuentro de la primavera. ¡Adiós, Brest! ¡Hola, Nantes! ¡Hola, Bayona! ¡Adiós, Francia!


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Publicado el 10 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

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