La Riqueza del Pobre
Alejandro Larrubiera
Cuento
I
Para aquel mocoso de Juanito, el hijo del carpintero, llegar á «ser hombre» era su gran ambición infantil.
Como de la vida no sabía palabra, consideraba las acciones de su padre como las más dulces gollerías que pudieran apetecerse.
Indudablemente cuando él, Juanito, tuviera los bigotes de su padre, tendría mujer é hijos, fumaría, sería contertulio de las tabernas del distrito, se emborracharía los sábados, andaría á moquetes con la familia, y en los días de gran repique, toros, meriendas, cafés, teatros, ¡juerga!, ¡mucha juerga!
Porque el mocito no iba á andar siempre con pantalones abiertos en aquella parte más blanda del individuo, ni el asistir á la escuela había de durar toda la vida. Medrados estábamos con la bicoca de á diario los señores de la palmeta calentaran las orejas por si uno sabe, mejor dicho, no sabe las lecciones del Catecismo, de la Gramática ó de la Aritmética.
¡La aritmética! ¡Dios soberano! ¿Pero quién sería el que inventó ese rompecabezas? ¿Quien sería ese Sr. Pitágoras, autor de la tabla de multiplicar?.
Y Juanito Fernández al llegar á estas consideraciones echábase á la nuca la gorrilla de seda y rascábase sin pulcritud alguna los pelufres que desmayadamente le caían sobre el rostro moreno y falto de agua.
¡Y si lo de estudiar fuera sólo en la escuela!.. ¡Santo y muy bueno!.. En su casa era el mayor martirio… A todas horas la madre gritándole:
—¡Juanito, á estudiar!.. ¡A estudiar, Juanito! ¡Juanito, que me vas á salir un burro!..
Y privado con tales apremios de salir á la calle á jugar al peón ó á los soldados… ¡Hombre! Una tiranía insoportable.
—¡Cuando yo sea padre!..
II
¡Los quince años!
Dominio público
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Publicado el 23 de julio de 2023 por Edu Robsy.