La Casuca
Alejandro Larrubiera
Cuento
«que en el mundo el amor siempre está en juego»
Campoamor. Dichas sin nombre.
I
Al final de este capítulo, acaso diga el lector que huelga
lo que en él va escrito.
En tal noche soplaba reciamente el viento Gallego, y al enfilar
por las obscuras callejas de la corralera, silbaba trémulo y hacía
retemblar las mal encajadas portilleras, arrancándolas secos golpazos;
levantaba del suelo con rapidez increíble las hojas desparramadas de los
nogales, y con el polvo formaba remolinos que corriendo á lo largo de
las callejas iban á estrellarse contra las fachadas de las casas, y la
arena al rebotar sobre los cristales de las ventanas formaba pizicattos como de platillos que tintineasen pianissimo:
los campanillos de la iglesuca empujados por el aire tenían una
perpetua vibración parecida á una queja: esto en la parte urbana de
Villabrin: en la otra rústica el Gallego recreábase á su sabor,
corriendo con horrísona furia por entre los árboles seculares del
bosque, doblando las copas de los más recios y humillando hasta el suelo
las de los más débiles; aquel silbar bronco del elemento infundía
pavor, y ni un alma cruzaba en aquella noche de invierno el término
villabrinés.
Miento, porque de una de las casas situadas al extremo de la aldea, casi cerca del bosque, salió un hombre joven, vestido á estilo de indiano y llevando en la mano un farol cuyos destellos á las primeras de cambio trocáronse en tinieblas.
Pero el que á tal se atrevía en noche tan borrascosa no debía de ser hombre que se ahogase en poca agua, y arrojó como cosa inútil el farol contra el suelo: oyóse ruido de cristales que se rompen, y el joven continuó su camino, metidas las manos en los bolsillos del pantalón y las narices entre los pliegues de una bufanda.
Dominio público
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Publicado el 24 de julio de 2023 por Edu Robsy.