La Tribulación de Ben-al-Ker
Alejandro Larrubiera
Cuento
De ilustre prosapia, honrado con las más preciadas dignidades del Imperio, fuerte como un roble, poseedor de incalculables riquezas, Ben-al-Ker, reunía todo cuanto moral y materialmente trueca en marcha triunfal y venturosa el áspero caminar por la vida. Su palacio era el más hermoso de la ciudad, su harén podía competir, sin desventaja, con el del propio sultán; contábanse maravillas de los cientos de mujeres que le poblaban: bellezas encantadoras, de senos de alabastro, de ojos negros, amorosos y centelleantes.
Todos sus conterráneos querían y admiraban á Ben-al-Ker, cosa estupenda tratándose de un magnate. Era creyente férvido, y tan estricto cumplidor de lo preceptuado en el Corán, que llamábanle el Santo, por antonomasia, y á su palacio acudían, no se puede asegurar si movidos de la admiración, ó si para pedirle limosna, faquires y morabitos.
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Cambio repentino, radical, que conmueve y trae en suspenso á la
gente, es el que se ha operado en Ben-al-Ker: ofrécese á la pública
curiosidad, silencioso, con la cabeza caída al pecho; el andar torpe;
triste y distraído el mirar; la color quebrada, ceñudo el rostro,
descuidado en el vestir; las barbas como las de un salteador de caminos:
su aspecto es el de un hombre en ruina que ha visto agostarse en su
alma, repentinamente, las flores de ilusión y alegría.
Aumenta el estupor y enciende el deseo de averiguar la causa de tan insólita metamorfosis, el saber que el ilustre moro no ha padecido quebrantos de fortuna, ni menoscabo en sus prestigios cerca del soberano, traiciones de mujer, falsedades de amigo, ni le aqueja enfermedad alguna, causas perennes de inquietud mortal y desfallecimiento del espíritu.
Ben-al-Ker, no confía á sus allegados ni á sus mujeres favoritas lo que por manera tan alarmante desbarata su fortaleza y entenebrece su vida.
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Dominio público
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Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.