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autor: Alejandro Larrubiera etiqueta: Cuento textos disponibles


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La Casuca

Alejandro Larrubiera


Cuento


«que en el mundo el amor siempre está en juego»

Campoamor. Dichas sin nombre.

I

Al final de este capítulo, acaso diga el lector que huelga
lo que en él va escrito.


En tal noche soplaba reciamente el viento Gallego, y al enfilar por las obscuras callejas de la corralera, silbaba trémulo y hacía retemblar las mal encajadas portilleras, arrancándolas secos golpazos; levantaba del suelo con rapidez increíble las hojas desparramadas de los nogales, y con el polvo formaba remolinos que corriendo á lo largo de las callejas iban á estrellarse contra las fachadas de las casas, y la arena al rebotar sobre los cristales de las ventanas formaba pizicattos como de platillos que tintineasen pianissimo: los campanillos de la iglesuca empujados por el aire tenían una perpetua vibración parecida á una queja: esto en la parte urbana de Villabrin: en la otra rústica el Gallego recreábase á su sabor, corriendo con horrísona furia por entre los árboles seculares del bosque, doblando las copas de los más recios y humillando hasta el suelo las de los más débiles; aquel silbar bronco del elemento infundía pavor, y ni un alma cruzaba en aquella noche de invierno el término villabrinés.

Miento, porque de una de las casas situadas al extremo de la aldea, casi cerca del bosque, salió un hombre joven, vestido á estilo de indiano y llevando en la mano un farol cuyos destellos á las primeras de cambio trocáronse en tinieblas.

Pero el que á tal se atrevía en noche tan borrascosa no debía de ser hombre que se ahogase en poca agua, y arrojó como cosa inútil el farol contra el suelo: oyóse ruido de cristales que se rompen, y el joven continuó su camino, metidas las manos en los bolsillos del pantalón y las narices entre los pliegues de una bufanda.


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7 págs. / 13 minutos / 29 visitas.

Publicado el 24 de julio de 2023 por Edu Robsy.

La Cuerda Matrimonial

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

De la Señora Doña Elena Pérez de Villabrín á la Señora Doña Julia Gómez del Soto


«Madrid 10 Enero 1895.


Queridísima Julia: ¡Soy muy desgraciada! Figúrate que en el período de la luna de miel, aún no lejano, he gustado de todas las dichas y dulzuras anejas a tan famoso y efímero satélite: Julieta no pudo encontrar en brazos de su Romeo tanto cariño como yo en los de mí Eduardo. Y más feliz yo que la heroína de Shakespeare, me sentía orgulloso de pasear con mi marido por las calles de esta Babel madrileña, y ver que los demás transeúntes, al cruzarse en nuestro camino, nos dirigían una mirada envidiosa... ¡Tanta era la felicidad que emanaba de nuestro ser!...

Yo soy algo soñadora (no diré romántica, porque nunca me forjé para amante mío ningún príncipe celeste, ni suspiré en tonto al tocar con la prosaica realidad), eso tú lo sabes demasiado. Y sí no, recuerda las múltiples charlas sostenidas acerca de nuestro porvenir. Creía yo, ¡inocente!, que el hombre al casarse se abstraía por completo en su nuevo estado, consagrándose en todo y por todo á su «mujercita»; en una palabra, resumía su existencia matrimonial en un idilio perpetuo; pero, ¡ay, amiga mía! los besos de los amantes son tan dulzones, que pronto empalagan; las dulces cadenas de los brazos concluyen por ser cadenas de acero; las caricias y las ternuras, los apasionamientos y «romantiquerías» del corazón satisfecho, aleluyas que, como esas otras que arrojan al paso de las procesiones, las arrastra el viento, allí donde se le antoja. Más claro: en la luna de miel creí ver el comienzo de la vida felicísima del amor, y no me preocupé gran cosa de que el prólogo vale más que la vida matrimonial en conjunto.


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5 págs. / 9 minutos / 40 visitas.

Publicado el 19 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Mujer de Palo

Alejandro Larrubiera


Cuento


La Fama, que muchas veces trompetea á tontas y á locas, pregonaba que no había en la patria del Cid mortal tan venturoso como el mesonero de Pedrules, Juan Otáñez, marido de la mujer más gentil, graciosa y encantadora que hubo de verse metida en el rudo tráfago de hospedar la variada y pintoresca muchedumbre de viandantes que hacían su camino por tierra de Castilla.

Por hombre dichoso teníase á Otáñez; su mesón era uno de los más frecuentados en muchas leguas á la redonda; en su gaveta escondíanse prudentemente, para evitar deslumbres de ojos y malos pensamientos, algunos centenares de áureos redondelitos sellados con la efigie del señor rey D. Felipe III; ningún marido más afortunado, por ser Maricruz, su mujer, dechado de gracias y perfecciones pertinentes al cuerpo, y de aquellas, más preciadas y perennales, del alma.

Pero, la felicidad es fruto que nadie saborea con entera placidez: al envidiado y envidiable Otáñez amargábale el dulzor de sus venturas el acíbar de los celos, que era el mesonero sobrado receloso, sin duda por el natural temor que en los varones avisados y prudentes pone un excesivo y continuado bienestar.


* * *


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5 págs. / 10 minutos / 52 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

La Tribulación de Ben-al-Ker

Alejandro Larrubiera


Cuento


De ilustre prosapia, honrado con las más preciadas dignidades del Imperio, fuerte como un roble, poseedor de incalculables riquezas, Ben-al-Ker, reunía todo cuanto moral y materialmente trueca en marcha triunfal y venturosa el áspero caminar por la vida. Su palacio era el más hermoso de la ciudad, su harén podía competir, sin desventaja, con el del propio sultán; contábanse maravillas de los cientos de mujeres que le poblaban: bellezas encantadoras, de senos de alabastro, de ojos negros, amorosos y centelleantes.

Todos sus conterráneos querían y admiraban á Ben-al-Ker, cosa estupenda tratándose de un magnate. Era creyente férvido, y tan estricto cumplidor de lo preceptuado en el Corán, que llamábanle el Santo, por antonomasia, y á su palacio acudían, no se puede asegurar si movidos de la admiración, ó si para pedirle limosna, faquires y morabitos.


* * *


Cambio repentino, radical, que conmueve y trae en suspenso á la gente, es el que se ha operado en Ben-al-Ker: ofrécese á la pública curiosidad, silencioso, con la cabeza caída al pecho; el andar torpe; triste y distraído el mirar; la color quebrada, ceñudo el rostro, descuidado en el vestir; las barbas como las de un salteador de caminos: su aspecto es el de un hombre en ruina que ha visto agostarse en su alma, repentinamente, las flores de ilusión y alegría.

Aumenta el estupor y enciende el deseo de averiguar la causa de tan insólita metamorfosis, el saber que el ilustre moro no ha padecido quebrantos de fortuna, ni menoscabo en sus prestigios cerca del soberano, traiciones de mujer, falsedades de amigo, ni le aqueja enfermedad alguna, causas perennes de inquietud mortal y desfallecimiento del espíritu.

Ben-al-Ker, no confía á sus allegados ni á sus mujeres favoritas lo que por manera tan alarmante desbarata su fortaleza y entenebrece su vida.


* * *


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5 págs. / 10 minutos / 37 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

No Hay Mal...

Alejandro Larrubiera


Cuento


Las horas impuestas por la moda para el baño ó el paseo en la playa entreteníalas la aristocrática tertulia de damas y de caballeros que se establecía á orillas del mar, en animado charloteo en el que se referían y comentaban las noticias recibidas particularmente de la Corte ó recogidas en los periódicos. Tales referencias y comentarios eran como entremeses en el banquete de murmuración; el plato más fuerte y sabroso ofrecíalo la crónica de lo que ocurría ó presumían los maldicientes que había ocurrido, ó debía de ocurrir en la colonia veraniega.

El diálogo languidecía en aquella mañana por haberse agotado los temas de conversación: alguno de los contertulios disimulaba, lo más discretamente posible, un bostezo de aburrimiento.

En tal oportunidad llegó al mentidero Manolito Velalcázar de Iznaque, uno de los más renombrados sportsman, y también uno de esos afortunados mortales que saben todo lo que se guisa en casa del prójimo.

Después de saludar á la ilustre concurrencia, dijo con tono enigmático, como el que propone la solución de una interesante charada:

—¿Saben ustedes la gran noticia?...

Miráronse los contertulios, como avergonzados de su ignorancia.

Velalcázar sentóse en un «cesto», y recogiéndose parsimoniosamente los pantalones de lienzo crudo, recién planchados, prosiguió, gozándose en la ansiosa curiosidad que había despertado en el auditorio.

—No es fácil que la conozcan ustedes, porque hasta ahora sólo hay aquí dos personas que estén en el «secreto del sumario»: el director del Eco de esta ciudad y un servidorito: el director acaba de recibirla telegráficamente de su corresponsal en Madrid, y yo la he sabido de labios del director, y... y...

—¿Y qué es ello? —interrumpió, un poco impaciente con el pesado exordio, una respetabilísima dama que se moría por averiguar todo lo que no la importaba.


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5 págs. / 9 minutos / 31 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Pues Señor...

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Érase que se era un hombre tan pobre que no tenía un céntimo, ni poseía cosa mejor que un traje todo girones, remiendos y corcusidos.

El hombre, por las mañanas, al levantarse del montón de heno que le servía de cama en lo hondo de una cueva, preguntábase invariablemente con inquietud de sobra justificada:

—¿Comeré hoy?...

Salía de la cueva é íbase á la ciudad, en donde se dedicaba á recitar con voz de hambriento, que es la voz más sombría y cascada que se conoce, romances, en los cuales se contaban maravillas de Eoldán, Gaiferos, Blancaflor, Merlín y Aladino: gente sí reunía el pobre hombre, que nunca faltan desocupados que con tales historias se queden boquiabiertos; lo que no reunía era un solo perro chico con que remediar su infelicísima suerte. Discurría socarronamente el concurro, que no debía necesitar de su auxilio quien se pasaba la vida entreteniéndole con tan fantásticas coplas, y Basilio —así se llamaba el malaventurado y parlante romancero— si quería comer tenía que mendigar las sobras de los hartos y blandos de corazón.

Parientes no se le conocían á Basilio, así como tampoco mujer alguna que con él compartiese su mísero destino.

Y no obstante, el mendigo, cada vez que recitaba en sus romances amores más ó menos extraordinarios, endulzaba la voz y en los ojos brillábale un deseo jamás confesado ni nunca satisfecho.

Si alguna pareja de novios se detenía en su corro, la miraba entre hosco y complaciente.

—¿Por qué no te casas? —hubo de preguntarle uno de tantos prójimos como en el mundo se desviven por averiguar lo que nada les importa.

—Eso no reza conmigo —replicó el hombre suspirando.

—¡Que! ¿No te gustan las mujeres?...

—¡Muchísimo!... —afirmó Basilio con vehemente sinceridad.

—Entonces...

—Yo no encontraré jamás una mujer que me quiera, porque jamás la he de buscar.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 41 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Un Noviazgo

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

No sé cómo se llama la calle, mejor dicho, calleja; sólo sé que es una de tantas como se encuentran en el Madrid viejo: su empedrado, de guijas puntiagudas, es de los más primitivos é incómodos; las aceras las forman losas desgastadas, rotas, hendidas; las fachadas de las vetustas casas ofrecen un tono de ocre sucio.

El sol jamás acaricia esta callejuela, desde donde se ve el cielo como un jirón. La luz cae desmayada, y á todas horas, y en todos los momentos, reina un ambiente de melancolía y de sordidez que angustia. Los pasos del transeúnte resuenan lo mismo que en una caverna en esta vía siempre solitaria, en la cual sus vecinos pueden cómodamente estrecharse las manos de balcón á balcón, y fisgonear cuanto ocurre en el domicilio ajeno.

Una tarde, al pasar por la calleja, me sorprendió ver asomada al balcón de un primer piso á una preciosa muchacha, tipo neto de madrileña, con ojos que se abrían ensoñadores en su rostro pálido, de líneas suaves y correctas; cerca de la comisura de los labios, pétalos de rojo clavel, destacábase un lunar.

Seguí mi camino, y sin saber por qué, la loca de la casa —loca de remate en los que gustamos de «sorprender» historias de almas— se entregó á divagaciones acerca de la causa harto pueril de que se asomara al balcón en un sitio como aquél una joven como la del lunar.


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3 págs. / 5 minutos / 37 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

23456