El Tío de Indias
Alejandro Larrubiera
Cuento
I
Harto de oír hablar de grandezas en Indias y más harto aún de pasarse los días de sol á sol cumpliendo el precepto divino de regar la tierra con el sudor de su frente, Marcelo se decidió á figurar en las levas de emigrantes que para desgracia nuestra merman las costas cantábricas.
Días antes de abandonar el terruño experimentó el mozo un vago malestar que le obligaba á poner la cara lánguida y tristona: que para quien nunca creyó que el mundo pudiera extenderse más allá de las queridas montañas del valle natal, es doloroso y estupendo el transponerlas y dejar, tal vez, para siempre, amigos y deudos… ¡Perder el aire del terruño que vivifica el corazón, es perderlo todo!..
La marcha resultaba para el mozo mucho más triste porque en la ultima entrevista que tuvo con Pilar, su novia, habíale dicho ésta al oído una de esas cosas que obligan á poner la cara seria aun al hombre más irreflexivo.
Marcelo, después de recobrarse de su natural sorpresa, no supo decirle á Pilar más que
—¿Tienes fe en mí?
—¡Como en mí propia! —afirmó la joven sin vacilar.
—¿Esperarás que vuelva?..
—Aunque tardes un siglo, pero ¿y si no vuelves?
—¡Volveré!, dijo resueltamente el mozo, como si en lo por venir pudiera leer un feliz regreso.
—¡Por Dios, Marcelo, no me olvides! Siquiera por…
Y la pobre muchacha no pudo terminar la frase, porque las lágrimas la ahogaban de pena.
Marcelo replicó solemnemente:
—¡Te lo juro!
Y con sólo estas palabras despidiéronse los novios.
II
Barco que hace su derrotero por el mar de la fortuna, es innegable que siempre tiene viento próspero.
Dominio público
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Publicado el 23 de julio de 2023 por Edu Robsy.