Textos más populares esta semana de Alejandro Larrubiera publicados el 22 de septiembre de 2022 | pág. 2

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autor: Alejandro Larrubiera fecha: 22-09-2022


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La Castellana de Medialdúa

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

¡Pobre castellana de Medialdúa!

Desde la torre del homenaje de tu mansión, que, en lo alto de la montaña, parece desafiar al Cielo, miras melancólica las humildes golondrinas, mucho más felices que tú por cuanto no tienen un tirano que las aprisione.

¡Cuántas veces á la hora en que la iglesia llama á tus vasallos á la oración, has apoyado tu cuerpo en una de las barbacanas, y tus ojos, impregnados de lágrimas, han vagado por la feraz campiña que, á lo lejos, limita una montaña, tras de la cual el sol se hunde.

Al pie de ta castillo resuena en la callada noche una canción de amores.

¡Escúchala, castellana de Medialdúa!

Se trata de un amante incógnito por el que suspiras con tristeza.

Escuchas atenta, murmuras no sé qué frase, sonríes, y al volver el rostro te encuentras con la cara hosca del conde, tu marido y señor; al verle, lanzas un grito y huyes de su presencia con el azoramiento de la paloma que divisa al gavilán.

¡Pobre castellana de Medialdúa!

II

Feo, enano, patizambo, cargado de espaldas era Zario, el bufón de los señores de Medialdúa.

Si de él nadie en el castillo hacía caso, él en cambio reíase de todos y odiaba á todos, excepto á doña Luz, su ama y señora.

Por ésta sentía el estrambótico Zario amor tan grande, que degeneraba en locura.

Viéraisle acurrucado como un perro en un ángulo de la estancia de doña Luz, fijos los ojos en ésta, mientras que sus labios temblaban perceptiblemente; viéraisle á la hora en que nadie podía observarle, arrastrándose por el suelo como un reptil, ir besando los sitios en donde posó sus plantas la rica hembra; viéraisle, en fin, pasar las noches en claro, tendido como un perro junto á la puerta del dormitorio señorial, velando atento el sueño de la condesa, y de seguro tendríais lástima de aquella caricatura de hombre.


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3 págs. / 6 minutos / 32 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Un Viaje en Diligencia

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

«¡Calumnia!» —murmaraban mis labios con acento trémulo, mientras que aquella otra voz del alma preguntaba con mortal amargura: «¿Será verdad?»

Julia, mi primer amor, me había traicionado miserablemente, según aseguraba el odioso anónimo.

¡No, mil veces no!—protestaba.

En tan angustioso momento, recordé aquellos otros felicísimos de pasión. Ante mí veía á Julia, lo mismo que en la aldea, ruborosa y amante, diciéndome á media voz —como se revelan siempre los grandes secretos del alma—; «¡Ningún otro hombre que tú será mi dueño!» Y al decirme esto, estrechaba nerviosamente entre sus manos las mías, como para dar mayor fuerza á su protesta. Y como si esto aun no bastara, sus ojos, en los que yo bebía anheloso toda una vida de idealísimo goce, clavábanse en los míos, serenos, como ciclos jamás empañados por la nube del engaño.

¡Y tales ojos y tales cielos eran mentira!

II

Al anochecer de aquel día en que tan rudo golpe sufrió mi credulidad amorosa, me encontré instalado en el interior de una diligencia: que en mis mocedades aun era el ferrocarril una nebulosa.

Seis eran los compañeros de viaje: un señor cura; un viejo que tenía trazas de comisionista de comercio, una jamona andaluza de no mal ver, un niño como de catorce años, que debía de ser su hijo, y una parejita de novios, á juzgar por el dulce mosconeo con que se arrullaban en uno de los rincones del vehículo.

Dispuso la casualidad que mi asiento correspondiera al más próximo de los que ocupaba la susodicha pareja: el hombre, un señor como de cuarenta años, de rostro simpático, no pudo reprimir un gesto de disgusto; en cuanto á la señora, ignoro la cara que pondría, porque la ocultaba una espesa toquilla.


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Dominio público
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Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

No Hay Mal...

Alejandro Larrubiera


Cuento


Las horas impuestas por la moda para el baño ó el paseo en la playa entreteníalas la aristocrática tertulia de damas y de caballeros que se establecía á orillas del mar, en animado charloteo en el que se referían y comentaban las noticias recibidas particularmente de la Corte ó recogidas en los periódicos. Tales referencias y comentarios eran como entremeses en el banquete de murmuración; el plato más fuerte y sabroso ofrecíalo la crónica de lo que ocurría ó presumían los maldicientes que había ocurrido, ó debía de ocurrir en la colonia veraniega.

El diálogo languidecía en aquella mañana por haberse agotado los temas de conversación: alguno de los contertulios disimulaba, lo más discretamente posible, un bostezo de aburrimiento.

En tal oportunidad llegó al mentidero Manolito Velalcázar de Iznaque, uno de los más renombrados sportsman, y también uno de esos afortunados mortales que saben todo lo que se guisa en casa del prójimo.

Después de saludar á la ilustre concurrencia, dijo con tono enigmático, como el que propone la solución de una interesante charada:

—¿Saben ustedes la gran noticia?...

Miráronse los contertulios, como avergonzados de su ignorancia.

Velalcázar sentóse en un «cesto», y recogiéndose parsimoniosamente los pantalones de lienzo crudo, recién planchados, prosiguió, gozándose en la ansiosa curiosidad que había despertado en el auditorio.

—No es fácil que la conozcan ustedes, porque hasta ahora sólo hay aquí dos personas que estén en el «secreto del sumario»: el director del Eco de esta ciudad y un servidorito: el director acaba de recibirla telegráficamente de su corresponsal en Madrid, y yo la he sabido de labios del director, y... y...

—¿Y qué es ello? —interrumpió, un poco impaciente con el pesado exordio, una respetabilísima dama que se moría por averiguar todo lo que no la importaba.


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Dominio público
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Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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