El Gallito de Cresta de Oro
Aleksandr Afanásiev
Cuento infantil
Un viejo matrimonio era tan pobre que con gran frecuencia no tenía ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca.
Un día se fueron al bosque a recoger bellotas y traerlas a casa para tener con qué satisfacer su hambre.
Mientras comían, a la anciana se le cayó una bellota a la cueva de la cabaña; la bellota germinó y poco tiempo después asomaba una ramita por entre las tablas del suelo. La mujer lo notó y dijo a su marido:
—Oye, es menester que quites una tabla del piso para que la encina pueda seguir creciendo y, cuando sea grande, tengamos bellotas en casa sin necesidad de ir a buscarlas al bosque.
El anciano hizo un agujero en las tablas del suelo y el árbol siguió creciendo rápidamente hasta que llegó al techo. Entonces el viejo quitó el tejado y la encina siguió creciendo, creciendo, hasta que llegó al mismísimo cielo.
Habiéndose acabado las bellotas que habían traído del bosque, el anciano cogió un saco y empezó a subir por la encina; tanto subió, que al fin se encontró en el cielo. Llevaba ya un rato paseándose por allí cuando percibió un gallito de cresta de oro, al lado del cual se hallaban unas pequeñas muelas de molino.
Sin pararse a pensar más, el anciano cogió el gallo y las muelas y bajó por la encina a su cabaña. Una vez allí, dijo a su mujer:
—¡Oye, mi vieja! ¿Qué podríamos comer?
—Espera —le contestó ésta—; voy a ver cómo trabajan estas muelas.
Las cogió y se puso a hacer como que molía, y en el acto empezaron a salir flanes y pasteles en tal abundancia que no tenía tiempo de recogerlos. Los ancianos se pusieron muy contentos, y cenaron suculentamente.
Un día pasaba por allí un noble y entró en la cabaña.
—Buenos viejos, ¿no podrían darme algo de comer?
—¿Qué quieres que te demos? ¿Quieres flanes y pasteles? —le dijo la anciana.
Y tomando las muelas se puso a moler, y en seguida salieron en montón flanes y pastelillos.
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Publicado el 12 de agosto de 2016 por Edu Robsy.