Catorce Pies
Aleksandr Grin
Cuento
I
—¿Así que ella les dio calabaza a los dos? —dijo el dueño de la posada a modo de despedida—. ¿Y ustedes qué dijeron?
Rod levantó el sombrero sin pronunciar una palabra y salió; lo mismo hizo Crist. Los dos mineros se sentían molestos por haber hablado demasiado la noche anterior bajo los efectos del alcohol. Ahora el posadero se estaba riendo de ellos; al menos esta última pregunta no ocultaba la intención de su burla.
Cuando la posada quedó detrás del recodo del camino, Rod dijo con una risita incómoda:
—Fue idea tuya lo de tomar vodka. Si no fuera por eso Kate no tendría que sonrojarse de pena por nuestra conversación, y eso que la muchacha está a dos mil millas de aquí. Qué le importa a este tiburón…
—Si no le dijimos nada importante —contestó Crist enfadado—. Bueno… tú te enamoraste… yo me enamoré… nos enamoramos de la misma. A ella le da lo mismo… Total, era una conversación sobre las mujeres.
—Es que tú no entiendes —dijo Rod—. No estuvo bien mencionar su nombre en este… en un mostrador. Bueno, que no se hable más de esto.
Aunque la muchacha estaba bien instalada en el corazón de cada uno de ellos, siguieron siendo amigos. Era difícil decir qué hubiera pasado de haber preferido a uno. El infortunio sentimental los acercó más todavía; en sus pensamientos estaban mirando a Kate por un telescopio, y no existen almas tan cercanas como las de los astrónomos. Por esta razón sus relaciones no se habían afectado. Como había dicho Crist: “a Kate le daba lo mismo”. Pero no del todo. Sin embargo ella callaba.
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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.