Textos más populares esta semana de Aleksandr Pushkin etiquetados como Cuento no disponibles | pág. 2

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autor: Aleksandr Pushkin etiqueta: Cuento textos no disponibles


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La Tempestad de Nieve

Aleksandr Pushkin


Cuento


A finales de 1811, en tiempos de grata memoria, vivía en su propiedad de Nenarádovo el bueno de Gavrila Gavrílovich R**. Era famoso en toda la región por su hospitalidad y carácter afable; los vecinos visitaban constantemente su casa, unos para comer, beber, o jugar al boston a cinco kopeks con su esposa, y otros para ver a su hija, María Gavrílovna, una muchacha esbelta, pálida y de diecisiete años. Se la consideraba una novia rica y muchos la deseaban para sí o para sus hijos.

María Gavrílovna se había educado en las novelas francesas y, por consiguiente, estaba enamorada. El elegido de su amor era un pobre alférez del ejército que se encontraba de permiso en su aldea. Sobra decir que el joven ardía en igual pasión y que los padres de su amada, al descubrir la mutua inclinación, prohibieron a la hija pensar siquiera en él, y en cuanto al propio joven, lo recibían peor que a un asesor retirado.

Nuestros enamorados se carteaban y todos los días se veían a solas en un pinar o junto a una vieja capilla. Allí se juraban amor eterno, se lamentaban de su suerte y hacían todo género de proyectos. En sus cartas y conversaciones llegaron a la siguiente (y muy natural) conclusión: si no podemos ni respirar el uno sin el otro y si la voluntad de los crueles padres entorpece nuestra dicha, ¿no podríamos prescindir de este obstáculo? Por supuesto que la feliz idea se le ocurrió primero al joven y agradó muchísimo a la imaginación romántica de María Gavrílovna.

Llegó el invierno y puso término a sus citas, pero la correspondencia se hizo más viva. En cada carta Vladímir Nikoláyevich suplicaba a su amada que confiara en él, que se casaran en secreto, se escondieran durante un tiempo y luego se postraran a los pies de sus padres, quienes, claro está, al fin se sentirían conmovidos ante la heroica constancia y la desdicha de los enamorados y les dirían sin falta:


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14 págs. / 25 minutos / 175 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Dama de Espadas

Aleksandr Pushkin


Cuento


I

Un día en casa del oficial de la Guardia Narúmov jugaban a las cartas. La larga noche de invierno pasó sin que nadie lo notara; se sentaron a cenar pasadas las cuatro de la mañana. Los que habían ganado comían con gran apetito; los demás permanecían sentados ante sus platos vacíos con aire distraído. Pero apareció el champán, la conversación se animó y todos tomaron parte en ella.

—¿Qué has hecho, Surin? —preguntó el amo de la casa.

—Perder, como de costumbre. He de admitir que no tengo suerte: juego sin subir las apuestas, nunca me acaloro, no hay modo de sacarme de quicio, ¡y de todos modos sigo perdiendo!

—¿Y alguna vez no te has dejado llevar por la tentación? ¿Ponerlo todo a una carta?… Me asombra tu firmeza…

—¡Pues ahí tenéis a Guermann! —dijo uno de los presentes señalando a un joven oficial de ingenieros—. ¡Jamás en su vida ha tenido una carta en las manos, nunca ha hecho ni un pároli, y, en cambio, se queda con nosotros hasta las cinco a mirar cómo jugamos!

—Me atrae mucho el juego —dijo Guermann—, pero no estoy en condiciones de sacrificar lo imprescindible con la esperanza de salir sobrado.

—Guermann es alemán, cuenta su dinero, ¡eso es todo! —observó Tomski—. Pero si hay alguien a quien no entiendo es a mi abuela, la condesa Anna Fedótovna.

—¿Cómo?, ¿quién? —exclamaron los contertulios.

—¡No me entra en la cabeza —prosiguió Tomski—, cómo puede ser que mi abuela no juegue!

—¿Qué tiene de extraño que una vieja ochentona no juegue? —dijo Narúmov.

—¿Pero no sabéis nada de ella?

—¡No! ¡De verdad, nada!

—¿No? Pues, escuchad:


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29 págs. / 51 minutos / 147 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Kirdzhali

Aleksandr Pushkin


Cuento


Kirdzhali era de origen búlgaro. Kirdzhali en turco significa «paladín, intrépido». No conozco su verdadero nombre.

En toda Moldavia sembraba el terror con sus atracos. Voy a relatar una de sus hazañas para dar una idea de cómo era Kirdzhali. Una noche él y el arnaúte Mijailaki atacaron entre los dos un poblado búlgaro. Lo incendiaron por los dos extremos y pasaron de choza en choza. Kirdzhali degollaba y Mijailaki se llevaba el botín. Ambos gritaban: «¡Kirdzhali! ¡Kirdzhali!». Todos los habitantes huyeron.

Cuando Aleksandr Ypsilanti proclamó la rebelión y empezó a reclutar su ejército, Kirdzhali le llevó a varios antiguos compañeros suyos. No tenían muy claro el verdadero objetivo de la Hetaerea, pero la guerra representaba una oportunidad de enriquecerse por cuenta de los turcos y, quizá, de los moldavos, y eso les parecía evidente.

Aleksandr Ypsilanti era un hombre valeroso, pero carecía de las cualidades necesarias para desempeñar el papel que había asumido con tanto fervor y tanta imprudencia. No sabía imponerse a los hombres que debía mandar. Éstos no lo respetaban ni tenían confianza en él. Después de la desafortunada batalla en que murió la flor de la juventud griega, Yorghakis Olympios le aconsejó que se retirara y ocupó su lugar. Ypsilanti marchó a caballo hacia la frontera con Austria y de allí mandó su maldición a sus hombres, a quienes llamaba insubordinados, cobardes y canallas. La mayoría de estos cobardes y canallas murió entre los muros del monasterio Seku o bien a orillas del Prut, luchando desesperadamente contra un enemigo diez veces más fuerte.


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6 págs. / 11 minutos / 118 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Róslavlev

Aleksandr Pushkin


Cuento


Leyendo Róslavlev descubrí asombrada que su intriga está basada en un acontecimiento verídico demasiado familiar para mí. En tiempos fui amiga de la desdichada mujer elegida por el señor Zagoskin como heroína de su novela. Ha vuelto a fijar la atención del público en un suceso olvidado, ha despertado sentimientos de indignación aletargados por el paso del tiempo y ha turbado la quietud de la tumba. Seré defensora de una sombra, y espero que el lector perdone la debilidad de mi pluma tomando en consideración la sinceridad de mi impulso. Me veré obligada a hablar de mí misma, ya que mi destino estuvo unido durante largos años a la suerte de mi desafortunada amiga.

Fui presentada en sociedad en el invierno del año 1811. Me abstendré de describir mis primeras impresiones. Es fácil imaginar los sentimientos de una joven de dieciséis años que ha sustituido su cuarto y a sus profesores por continuos bailes. Me entregué al torbellino de las diversiones con la viveza propia de mis años sin pararme a pensar en nada… Lástima: aquella época merecía atención.

Entre las jóvenes que aparecieron en sociedad aquel año se distinguía la princesa *** (el señor Zagoskin le ha dado el nombre de Polina, dejémoslo así). Pronto nos hicimos amigas gracias a un incidente.

Mi hermano, un joven de veintidós años, pertenecía a la clase de los dandis de aquella época; estaba adscrito al ministerio de Asuntos Exteriores, pero vivía en Moscú, dedicado a bailar y a divertirse. Se enamoró de Polina y me pidió que propiciara un acercamiento entre las dos casas. Mi hermano era el ídolo de toda nuestra familia y conseguía de mí cualquier cosa que se propusiera.


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12 págs. / 22 minutos / 113 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

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