Textos más populares esta semana de Aleksandr Pushkin no disponibles | pág. 2

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El Disparo Memorable

Aleksandr Pushkin


Cuento


Estábamos acantonados en el pequeño pueblo de X. Todo el mundo sabe cómo es la vida de un oficial de tropa de guarnición. A la mañana, estudio y picadero; la comida en casa del comandante del regimiento o en una fonda judía; a la noche, ponche y naipes.

En X no había ningún lugar donde reunirse, ni una muchacha; íbamos unos a casa de otros, donde, aparte de nuestros uniformes, no veíamos nada más.

Un solo civil formaba parte de nuestro grupo. Tenía unos treinta y cinco años, lo que nos hacía considerarlo viejo. Su experiencia le daba superioridad sobre nosotros en varios puntos, y, además, su aspecto sombrío que mostraba habitualmente, sus rudas costumbres y su lengua mordaz ejercían una clara influencia en nuestras mentes juveniles.

Un cierto misterio parecía envolver su destino: se le hubiera tomado por ruso aunque llevaba apellido extranjero. En otros tiempos había servido en los húsares, y hasta con suerte; sin embargo, nadie sabía qué motivos le habían hecho retirarse del servicio para ir a radicarse en un mísero pueblucho, donde vivía en la estrechez, unida, no obstante, a cierto despilfarro. Iba siempre a pie, vestía una chaqueta negra, raída por el uso, y su mesa estaba siempre a disposición de todos los oficiales de nuestro regimiento. Sus cenas estaban compuestas por no más de dos o tres platos, preparados por un militar retirado, pero el champán solía correr a torrentes durante las comidas.

Nadie sabía si poseía o no fortuna ni cuáles eran sus rentas, ni nadie se atrevía a preguntárselo. Tenía muchos libros, la mayoría obras de milicia y novelas. Los prestaba de buen grado, sin exigir nunca su devolución, como tampoco, por su parte, devolvía nunca los que a él le prestaban.


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14 págs. / 25 minutos / 208 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Señora Campesina

Aleksandr Pushkin


Cuento


En una de nuestras alejadas provincias se encontraba la finca de Iván Petróvich Bérestov. En su juventud había servido en la Guardia, se había retirado a principios de 1797 y desde entonces, instalado en su aldea, no había vuelto a salir de ella. Se casó con la hija de un noble pobre, la cual murió de parto cuando él estaba visitando sus campos. Los cuidados de la administración de la finca le consolaron pronto. Construyó una casa según sus propios planos, instaló una fábrica de paños, triplicó las rentas y se consideró el hombre más inteligente de todas la comarca, en lo que no le contradecían los vecinos, que acudían de visita con sus familiares y sus perros. Los días de labor usaba un chaquetón de felpa, y en las fiestas de guardar se ponía una levita del paño que él fabricaba. El mismo llevaba la cuenta de los gastos y no leía otra cosa que la Gaceta del Senado. Era generalmente estimado, aunque se le consideraba orgulloso. Con el único que no hacía buenas migas era con Grigori Ivánovich Múromski, su vecino más próximo. Múromski era un auténtico señor ruso. Después de dilapidar en Moscú la mayor parte de su hacienda, y habiendo enviudado por aquel entonces, se retiró a la última aldea que le quedaba, aunque seguía haciendo de las suyas, pero ya en otro sentido. Había mandado plantar un jardín a la manera inglesa que se llevaba el resto de las rentas. Sus mozos de cuadra vestían como jockeys ingleses. Su hija tenía una señora de compañía inglesa. Cultivaba los campos con arreglo a un método inglés.

Pero el trigo ruso no crece a la manera extranjera.


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21 págs. / 38 minutos / 204 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Tempestad de Nieve

Aleksandr Pushkin


Cuento


A finales de 1811, en tiempos de grata memoria, vivía en su propiedad de Nenarádovo el bueno de Gavrila Gavrílovich R**. Era famoso en toda la región por su hospitalidad y carácter afable; los vecinos visitaban constantemente su casa, unos para comer, beber, o jugar al boston a cinco kopeks con su esposa, y otros para ver a su hija, María Gavrílovna, una muchacha esbelta, pálida y de diecisiete años. Se la consideraba una novia rica y muchos la deseaban para sí o para sus hijos.

María Gavrílovna se había educado en las novelas francesas y, por consiguiente, estaba enamorada. El elegido de su amor era un pobre alférez del ejército que se encontraba de permiso en su aldea. Sobra decir que el joven ardía en igual pasión y que los padres de su amada, al descubrir la mutua inclinación, prohibieron a la hija pensar siquiera en él, y en cuanto al propio joven, lo recibían peor que a un asesor retirado.

Nuestros enamorados se carteaban y todos los días se veían a solas en un pinar o junto a una vieja capilla. Allí se juraban amor eterno, se lamentaban de su suerte y hacían todo género de proyectos. En sus cartas y conversaciones llegaron a la siguiente (y muy natural) conclusión: si no podemos ni respirar el uno sin el otro y si la voluntad de los crueles padres entorpece nuestra dicha, ¿no podríamos prescindir de este obstáculo? Por supuesto que la feliz idea se le ocurrió primero al joven y agradó muchísimo a la imaginación romántica de María Gavrílovna.

Llegó el invierno y puso término a sus citas, pero la correspondencia se hizo más viva. En cada carta Vladímir Nikoláyevich suplicaba a su amada que confiara en él, que se casaran en secreto, se escondieran durante un tiempo y luego se postraran a los pies de sus padres, quienes, claro está, al fin se sentirían conmovidos ante la heroica constancia y la desdicha de los enamorados y les dirían sin falta:


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14 págs. / 25 minutos / 172 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Hija del Capitán

Aleksandr Pushkin


Novela


Capítulo I. El sargento de la guardia


Si perteneciera a la guardia, pronto sería capitán.
«Pero no ha de ser así; no serviré en el ejército».
No es difícil imaginar las penalidades que me esperan.
… ……………………………………………………………
—¿Y de quién es hijo?

KNIAZHMIN
 

Mi padre, Andréi Petróvich Griniov, de joven sirvió con el conde Münich y se jubiló en el año 17… con el grado de teniente coronel. Desde entonces vivió en su aldea de la provincia de Simbirsk, donde se casó con la joven Avdotia Vasílevna, hija de un indigente noble de aquella región. Tuvieron nueve hijos. Todos mis hermanos murieron de pequeños. Me inscribieron de sargento en el regimiento Semionovski gracias al teniente de la guardia, el príncipe B., pariente cercano nuestro, pero disfruté de permiso hasta el fin de mis estudios. En aquellos tiempos no nos educaban como ahora. A los cinco años fui confiado a Savélich, nuestro caballerizo, al que hicieron díadka mío porque era abstemio. Bajo su tutela hacia los doce años aprendí a leer y escribir en ruso y a apreciar, muy bien instruido sobre ello, las cualidades de un lebrel, Entonces mi padre contrató para mí a un francés, monsieur Beaupré, que fue traído de Moscú con la provisión anual de vino y de aceite de girasol. Su llegada no gustó nada a Savélich. «Gracias a Dios —gruñía éste para sus adentros—, parece que el niño está limpio, peinado y bien alimentado. ¿Para qué gastar dinero y traer a un moussié, como si los señores no tuvieran bastante gente suya?».


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117 págs. / 3 horas, 25 minutos / 161 visitas.

Publicado el 12 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Dama de Espadas

Aleksandr Pushkin


Cuento


I

Un día en casa del oficial de la Guardia Narúmov jugaban a las cartas. La larga noche de invierno pasó sin que nadie lo notara; se sentaron a cenar pasadas las cuatro de la mañana. Los que habían ganado comían con gran apetito; los demás permanecían sentados ante sus platos vacíos con aire distraído. Pero apareció el champán, la conversación se animó y todos tomaron parte en ella.

—¿Qué has hecho, Surin? —preguntó el amo de la casa.

—Perder, como de costumbre. He de admitir que no tengo suerte: juego sin subir las apuestas, nunca me acaloro, no hay modo de sacarme de quicio, ¡y de todos modos sigo perdiendo!

—¿Y alguna vez no te has dejado llevar por la tentación? ¿Ponerlo todo a una carta?… Me asombra tu firmeza…

—¡Pues ahí tenéis a Guermann! —dijo uno de los presentes señalando a un joven oficial de ingenieros—. ¡Jamás en su vida ha tenido una carta en las manos, nunca ha hecho ni un pároli, y, en cambio, se queda con nosotros hasta las cinco a mirar cómo jugamos!

—Me atrae mucho el juego —dijo Guermann—, pero no estoy en condiciones de sacrificar lo imprescindible con la esperanza de salir sobrado.

—Guermann es alemán, cuenta su dinero, ¡eso es todo! —observó Tomski—. Pero si hay alguien a quien no entiendo es a mi abuela, la condesa Anna Fedótovna.

—¿Cómo?, ¿quién? —exclamaron los contertulios.

—¡No me entra en la cabeza —prosiguió Tomski—, cómo puede ser que mi abuela no juegue!

—¿Qué tiene de extraño que una vieja ochentona no juegue? —dijo Narúmov.

—¿Pero no sabéis nada de ella?

—¡No! ¡De verdad, nada!

—¿No? Pues, escuchad:


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29 págs. / 51 minutos / 143 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Kirdzhali

Aleksandr Pushkin


Cuento


Kirdzhali era de origen búlgaro. Kirdzhali en turco significa «paladín, intrépido». No conozco su verdadero nombre.

En toda Moldavia sembraba el terror con sus atracos. Voy a relatar una de sus hazañas para dar una idea de cómo era Kirdzhali. Una noche él y el arnaúte Mijailaki atacaron entre los dos un poblado búlgaro. Lo incendiaron por los dos extremos y pasaron de choza en choza. Kirdzhali degollaba y Mijailaki se llevaba el botín. Ambos gritaban: «¡Kirdzhali! ¡Kirdzhali!». Todos los habitantes huyeron.

Cuando Aleksandr Ypsilanti proclamó la rebelión y empezó a reclutar su ejército, Kirdzhali le llevó a varios antiguos compañeros suyos. No tenían muy claro el verdadero objetivo de la Hetaerea, pero la guerra representaba una oportunidad de enriquecerse por cuenta de los turcos y, quizá, de los moldavos, y eso les parecía evidente.

Aleksandr Ypsilanti era un hombre valeroso, pero carecía de las cualidades necesarias para desempeñar el papel que había asumido con tanto fervor y tanta imprudencia. No sabía imponerse a los hombres que debía mandar. Éstos no lo respetaban ni tenían confianza en él. Después de la desafortunada batalla en que murió la flor de la juventud griega, Yorghakis Olympios le aconsejó que se retirara y ocupó su lugar. Ypsilanti marchó a caballo hacia la frontera con Austria y de allí mandó su maldición a sus hombres, a quienes llamaba insubordinados, cobardes y canallas. La mayoría de estos cobardes y canallas murió entre los muros del monasterio Seku o bien a orillas del Prut, luchando desesperadamente contra un enemigo diez veces más fuerte.


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6 págs. / 11 minutos / 117 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Róslavlev

Aleksandr Pushkin


Cuento


Leyendo Róslavlev descubrí asombrada que su intriga está basada en un acontecimiento verídico demasiado familiar para mí. En tiempos fui amiga de la desdichada mujer elegida por el señor Zagoskin como heroína de su novela. Ha vuelto a fijar la atención del público en un suceso olvidado, ha despertado sentimientos de indignación aletargados por el paso del tiempo y ha turbado la quietud de la tumba. Seré defensora de una sombra, y espero que el lector perdone la debilidad de mi pluma tomando en consideración la sinceridad de mi impulso. Me veré obligada a hablar de mí misma, ya que mi destino estuvo unido durante largos años a la suerte de mi desafortunada amiga.

Fui presentada en sociedad en el invierno del año 1811. Me abstendré de describir mis primeras impresiones. Es fácil imaginar los sentimientos de una joven de dieciséis años que ha sustituido su cuarto y a sus profesores por continuos bailes. Me entregué al torbellino de las diversiones con la viveza propia de mis años sin pararme a pensar en nada… Lástima: aquella época merecía atención.

Entre las jóvenes que aparecieron en sociedad aquel año se distinguía la princesa *** (el señor Zagoskin le ha dado el nombre de Polina, dejémoslo así). Pronto nos hicimos amigas gracias a un incidente.

Mi hermano, un joven de veintidós años, pertenecía a la clase de los dandis de aquella época; estaba adscrito al ministerio de Asuntos Exteriores, pero vivía en Moscú, dedicado a bailar y a divertirse. Se enamoró de Polina y me pidió que propiciara un acercamiento entre las dos casas. Mi hermano era el ídolo de toda nuestra familia y conseguía de mí cualquier cosa que se propusiera.


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12 págs. / 22 minutos / 111 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Historia del Pueblo de Goriújino

Aleksandr Pushkin


Cuento


Si Dios me mandara lectores tal vez tendrían curiosidad por saber cómo decidí escribir la historia del pueblo de Goriújino. Para explicarlo debería entrar en algunos pormenores previos.

Nací de padres nobles y honrados en el pueblo de Goriújino el 1 de abril del año 1801 y recibí la primera educación de nuestro diácono. A este honorable señor le debo mi afición por la lectura, que se desarrolló posteriormente, y por toda clase de ocupaciones literarias. Mis éxitos, aunque lentos, eran seguros, ya que a los diez años de edad conocía todo aquello que conservo hasta hoy en la memoria, débil por naturaleza, y que no me permitieron recargar a causa de mi salud, igualmente débil.


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18 págs. / 31 minutos / 108 visitas.

Publicado el 13 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Dubrovsky

Aleksandr Pushkin


Novela corta


Libro primero

I

Hace algunos años vivía en una de sus haciendas un señor ruso a la antigua usanza, Kirila Petróvich Troyekúrov. Su riqueza, su rancio abolengo y sus amistades le daban gran peso en las provincias donde se hallaban sus posesiones. Los vecinos se complacían en satisfacer sus menores caprichos; los funcionarios de la provincia temblaban al oír su nombre; Kirila Petróvich recibía las muestras de servilismo como un tributo que se le debía; su casa siempre estaba llena de invitados dispuestos a amenizar el ocio del gran señor, compartiendo sus ruidosas y a veces desenfrenadas diversiones. Nadie se atrevía a rechazar una invitación de Troyekúrov o a no comparecer en los días señalados, con los debidos respetos, en el pueblo de Pokróvskoye. En su vida doméstica Kirila Petróvich mostraba todos los vicios de un hombre inculto. Siempre consentido por su entorno, estaba acostumbrado a dar rienda suelta a todos los impulsos de su violento carácter y a todas las ocurrencias de su inteligencia bastante limitada. Pese a la extraordinaria fuerza de su constitución física, un par de veces por semana sufría los efectos de su glotonería y todas las tardes solía estar borracho. En una de las dependencias de su casa vivían dieciséis doncellas dedicadas a las labores propias de su sexo. Las ventanas de la vivienda estaban protegidas por una reja de madera; las puertas se cerraban con candados y las llaves las guardaba Kirila Petróvich. Las jóvenes reclusas bajaban a horas fijas al jardín y paseaban vigiladas por dos viejas. De vez en cuando Kirila Petróvich casaba a alguna de ellas, sustituyéndola por otra. Trataba a los campesinos y a los criados de manera severa y arbitraria; a pesar de ello le eran fieles: estaban orgullosos de la riqueza y la fama de su señor y a su vez se permitían muchas cosas con sus vecinos, confiando en la poderosa protección de Troyekúrov.


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82 págs. / 2 horas, 24 minutos / 97 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Viaje a Arzrum Durante la Campaña de 1827

Aleksandr Pushkin


Crónica, Viajes


Introducción

Hace poco cayó en mis manos un libro publicado en París el pasado año de 1834 y titulado Voyages en Orient entrepris par ordre du Gouvernement Français. El autor, que describe a su manera la campaña de 1829, concluye sus reflexiones con las siguientes palabras:

Un poète distingué par son imagination a trouvé dans tant de hauts faits dont il a été témoin, non le sujet d’un poème, mais celui d’une satyre.

He sabido solamente de dos poetas que estuvieran en la campaña turca: A. S. Jomyakov y A. N. Muravyev. Ambos se encontraban en el ejército del conde Díbich. El primero escribió en aquella ocasión varios hermosos poemas líricos, el segundo estaba trabajando en su libro de viajes por los Santos Lugares, que tanto éxito tuvo. Pero no he leído ninguna sátira de la campaña de Arzrum.

Nunca se me habría ocurrido que se trataba de mí si no hubiera encontrado mi propio nombre entre los de los generales del Cuerpo Independientes del Cáucaso. Parmi les chefs qui la commandaient (l’armée du Prince Paskewitch) on distinguait le Général Mouravief… le Prince Géorgien Tsitsevaze… le Prince Arménien Beboutof… le Prince Potemkine, le Général Raiewsky, et enfin —Mr. Poushkine… qui avait quitté la capitale pour chanter les exploits de ses compatriotes.


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52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 96 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2018 por Edu Robsy.

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