Textos más vistos de Ambrose Bierce publicados por Edu Robsy | pág. 6

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autor: Ambrose Bierce editor: Edu Robsy


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Una Tumba Sin Fondo

Ambrose Bierce


Cuento


Me llamo John Brenwalter. Mi padre, un borracho, logró patentar un invento para fabricar granos de café con arcilla; pero era un hombre honrado y no quiso involucrarse en la fabricación. Por esta razón era sólo moderadamente rico, pues las regalías de su muy valioso invento apenas le dejaban lo suficiente para pagar los gastos de los pleitos contra los bribones culpables de infracción.

Fue así que yo carecí de muchas de las ventajas que gozan los hijos de padres deshonestos e inescrupulosos, y de no haber sido por una madre noble y devota (quien descuidó a mis hermanos y a mis hermanas y vigiló personalmente mi educación), habría crecido en la ignorancia y habría sido obligado a asistir a la escuela. Ser el hijo favorito de una mujer bondadosa es mejor que el oro.

Cuando yo tenía diecinueve años, mi padre tuvo la desgracia de morir. Había tenido siempre una salud perfecta, y su muerte, ocurrida a la hora de cenar y sin previo aviso, a nadie sorprendió tanto como a él mismo. Esa misma mañana le habían notificado la adjudicación de la patente de su invento para forzar cajas de caudales por presión hidráulica y sin hacer ruido. El Jefe de Patentes había declarado que era la más ingeniosa, efectiva y benemérita invención que él hubiera aprobado jamás. Naturalmente, mi padre previó una honrosa, próspera vejez. Es por eso que su repentina muerte fue para él una profunda decepción. Mi madre, en cambio, cuyas piedad y resignación ante los designios del Cielo eran virtudes conspicuas de su carácter, estaba aparentemente menos conmovida. Hacia el final de la comida, una vez que el cuerpo de mi pobre padre fue alzado del suelo, nos reunió a todos en el cuarto contiguo y nos habló de esta manera:


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8 págs. / 15 minutos / 70 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Uno de los Desaparecidos

Ambrose Bierce


Cuento


Jerome Searing, soldado raso del ejército del general Sherman, que entonces combatía al enemigo en Kermesaw Mountain, Georgia, dio la espalda al pequeño grupo de oficiales con los que había estado conversando en voz baja, atravesó una estrecha franja de trincheras y desapareció en el bosque. Ninguno de los hombres alineados tras las trincheras le dijo una palabra, y apenas él les dirigió un movimiento de cabeza al pasar, pero todos los que lo vieron comprendieron que a aquel valiente acababan de confiarle una misión peligrosa. Jerome Searing, aunque era soldado raso, no servía en las filas; por razones de servicio estaba destacado en el cuartel general de la división, y en las listas figuraba como asistente. «Asistente» es una palabra que comprende multitud de obligaciones. Un asistente puede ser un mensajero, un oficinista, el criado de un oficial... cualquier cosa. Puede realizar servicios que no están previstos en las instrucciones y reglamentaciones militares. Su naturaleza puede depender de las aptitudes del asistente, del favor de otros o de la mera casualidad. El soldado Searing, un incomparable tirador, joven, fuerte, inteligente e insensible al miedo, era explorador. Al general que comandaba su división no le satisfacía obedecer ciegamente las órdenes, sin saber qué era lo que había frente a sus tropas, incluso cuando éstas no se hallaban destacadas en servicio y sólo formaban una fracción del ejército en línea; ni le agradaba recibir la información por sus vis—á—vis a través de los canales acostumbrados, Quería saber más de lo que le informaban los mandos del ejército y los choques entre los destacamentos y los tiradores. Para ello estaba Jerome Searing, con su audacia extraordinaria, su conocimiento del bosque, sus observadores ojos y su veracidad en el relato.


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14 págs. / 25 minutos / 72 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Visiones de la Noche

Ambrose Bierce


Cuento


Tengo la convicción de que el don de los sueños es un valioso obsequio literario, pues si con alguna técnica aún no descubierta pudiéramos captar, fijar y utilizar las insólitas imágenes que proporciona, tendríamos una literatura «muy por encima de lo corriente». Del mismo modo que los animales adiestrados adquieren nuevas capacidades y aptitudes, ese don podría mejorarse sensiblemente una vez capturado y domesticado. Con ello, doblaríamos las horas productivas y realizaríamos nuestra más fructífera labor mientras dormimos. Pero, incluso en las condiciones actuales, el mundo de los sueños es un terreno que produce rentas, tal y como demuestra «Kubla Khan».

¿Y qué es el sueño? Pues una desordenada disposición de recuerdos inconexos, una embrollada sucesión de pensamientos que una vez estuvieron presentes en la conciencia insomne. Es una resurrección de todos los muertos en tropel (pasados y recientes, justos e injustos) que, emergiendo de sus tumbas resquebrajadas «con las mismas ropas que llevaban en vida», corren desordenadamente para conseguir una audiencia del director de todo ese baile mientras se desgarran los vestidos unos a otros. Pero, ¿es que realmente hay un director? En absoluto; el que debía serlo renunció a su autoridad y la masa se ha apoderado de su voluntad. Murió, pero no resucita con los demás; su capacidad de juicio y de sorpresa ha desaparecido. Puede sentir dolor y alegría, terror y atracción, pero no asombro. Lo monstruoso, absurdo y antinatural se convierte entonces en sencillo, correcto y razonable. Ni lo ridículo divierte ni lo imposible desconcierta. El único poeta verdadero que encontramos es, pues, el soñador; en él «la imaginación es compacta».


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Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

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